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3.3.10

Educación

"Cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a si mismo como propiedad pública"
Thomas Jefferson

EDUCACIÓN
LA ESCUELA DE AYER Y DE HOY

¿El pasado fue mejor?
Fuente: Inforegión.com

Desde fines del Siglo XIX hasta mediados del XX, la educación argentina tuvo un proyecto y un sistema educativo sólido que la posicionaron como uno de los países más avanzados en el mundo. Hoy, la sensación es que la Educación perdió su rumbo, aunque los profesionales insisten que es el contexto el que se ha complejizado.

El lunes, la provincia de Buenos Aires volvió a abrir las aulas, como en los últimos años después de varios días de tensas negociaciones con los docentes, y como en las últimas décadas en medio de un a profunda discusión sobre la senda que debe tomar la educación en el país y en un contexto económico y social en el que la última dictadura militar y la crisis económicas –sobre todo la de 2001- hicieron “estragos”.

Este ciclo lectivo llega además con innovaciones, porque comenzarán a implementarse nuevas reformas en la secundaria, institución que hace tiempo está en el centro del debate y aún más desde 2005, cuando por la Ley Nacional de Educación enfrenta el desafío no sólo de tener que recibir a todos los adolescentes del país -por su carácter obligatorio- sino también de retenerlos por seis años en los bancos con una doble exigencia: no ser demasiado “flexible”, pero tampoco “expulsiva”, dado que se deben bajar los índices de deserción, pero aún así los chicos necesitan aprender en un mundo donde lograr la inclusión de muchos sectores sigue siendo la materia pendientes del Estado, y donde además la velocidad con la que avanzan las nuevas tecnologías de información y comunicación (TICs) amenazan con un nuevo tipo de analfabetismo: el tecnológico.

Y se acerca el fin del segundo centenario -que como todas las conclusiones incita a un balance- y se perciben entonces un abanico de reflexiones sobre la historia que ha podido desplegar la educación sobre los pizarrones: hay quienes critican parados sobre la nostalgia de una escuela “que en el pasado fue mejor”, quienes sostienen que la educación argentina tuvo marchas y contramarchas en todas épocas, los que consideran que ahora se comienza a tomar el camino correcto y aquellos que en cambio creen que todavía busca su rumbo en un contexto donde sí o sí debe encontrarlo, y “rápido”.
En este marco, y a dos meses del Bicentenario, el balance aparece controvertido. ¿Tuvo la educación argentina, alguna vez, un proyecto definido? ¿Vivió sus años de oro en el pasado? ¿Cuáles son los objetivos que debe plantearse en este Siglo XXI y qué podemos esperar de ella?
Educar al soberano. Quienes se refugian en la memoria de un pasado que “fue mejor” -inclusive los libros de historia- aseguran que Argentina tuvo un proyecto educativo que marcó a la sociedad desde fines del Siglo XIX hasta aproximadamente la década de los ’70 del XX.

Es que en esa época, desde el momento en que el Estado comenzó a sentar las bases de organización nacional, la Escuela fue considerada una de las piezas fundamentales para “homogeneizar” a la sociedad, que estaba integrada por nativos pero también por miles de inmigrantes de Europa y Asia que llegaban empujados por la crisis que atravesaban sus países de origen y que en conjunto conformaban un crisol de razas, de idiomas, de religiones y de culturas. La educación se erigía entonces como la llave fundamental para “igualar” y crear una identidad común, a través de la difusión de símbolos, valores, lengua y hasta religión. Lo que quería, según el discurso que el mismo Estado sostenía, era “educar al soberano” para lograr la “consolidación del Estado Nacional”.

Bajo esta premisa fue que el proyecto educativo se fue afianzando. Si bien las primeras escuelas en el país funcionaban de la mano del clero desde el 1600, la Constitución de 1853 estableció el derecho a educar y enseñar como una responsabilidad atribuida a los gobiernos provinciales. Así, en 1875 nació el sistema educativo bonaerense y en 1884 el Congreso Nacional aprobó la Ley de Educación Común 1420, que instauraba la educación primaria obligatoria y laica, la formación de maestros, el financiamiento de las escuelas públicas y el control de la educación –privada o pública- en manos del Estado.
La escuela se había puesto entonces un objetivo claro y como institución se articulaba en un sistema abocado a cumplir la meta: hacer de la Argentina una república “ciudadana y civilizada”, aunque los libros no desmienten que hubo muchos que de todos modos quedaron excluidos, u otros tantos que debieron renunciar a rasgos de su propia identidad, porque la escuela los moldearía para conformar una identidad “nacional”.

“Es cierto que la educación argentina tuvo un proyecto claro entre fines del Siglo XIX y mediados del Siglo XX. Hacia los últimos años del 1800 proyectó un sentido civilizatorio, buscaba integrar a los niños a la cultura letrada, terminar con lo que se definía como “barbarie” y transformar a la sociedad, introduciendo así al país en el tren del progreso. Ese fue el proyecto educativo de aquella generación y de las elites intelectuales de la época”, señaló a Info Región Silvia Finocchio, que es investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y autora del libro “La escuela en la historia argentina
“Más adelante, en los años ‘30 y ‘40 del Siglo XX, se instauró la idea de que la escuela podía hacer Nación, en un contexto de migraciones internas, de traslado de las familias del campo a la ciudad, de creciente industrialización, y de una consecuente transformación de la estructura productiva del país. Aquí la educación hacía la transición social y cultural, con la convicción de que se estaba haciendo la Nación. En este periodo toman mucha fuerza los rituales que estaban muy asociados a la liturgia patriótica y con una fuerte convicción de que la pedagogía era una pedagogía nacional”, agregó.
Lo cierto es que la expansión del sistema educativo no se detuvo ahí. En 1946 se declaró la obligatoriedad de la educación preescolar, y en 1949 se crearon las direcciones de Educación Técnica, Formación profesional, Educación Superior y Especial. Argentina se convirtió así no sólo en un ejemplo para América Latina, sino para muchos países del mundo.

“Nuestro sistema educativo en ese entonces fue ejemplar. Se había anticipado 70 años al sistema educativo español, 60 años al italiano y en general al de todos los países del este europeo. Portugal no tuvo un sistema educativo hasta muy entrado el Siglo XX, y la realidad es que muy pocos países de la Comunidad Europea actual tenían uno como el que había acá”, explicó Raúl Guevara, licenciado en Ciencias de la Educación y titular de la cátedra Historia de la Educación de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ).
“Esto se debió a la iniciativa que asumió el Estado de generar la expansión de la educación elemental y pública, pero además por el trabajo de difusión que hizo esa elite intelectual instalando en la sociedad la importancia de la educación”, agregó Finocchio.

¿Del esplendor al ocaso?. En esos “años de oro”, los chicos entraban a las aulas porque los padres pensaban que eran el camino al ascenso social y lo que decía la maestra era “sagrado” hasta en el seno de los hogares. La escuela era el “templo del saber” y por lo tanto la puerta abierta hacia el “futuro”. Su imagen en el imaginario popular estaba revalorizada.

Después de la segunda guerra mundial, en tanto, entre los años ’40 y ’70, Argentina vivió, de acuerdo a los profesionales del área, “el auge de la expansión de la educación a todos los sectores”.
Luego de eso, ¿qué pasó? Porque hoy el imaginario que hay sobre la escuela es otro. Los discursos que circulan hablan de una crisis en la educación y muchas familias dejaron de verla como el portal hacia el progreso.
A la hora de esbozar una explicación para el cambio que sufrió la educación actual en comparación con aquella que despertaba respeto hasta mediados del siglo pasado, los intelectuales mencionan múltiples factores: entre ellos el modelo y la represión impuestos por la última dictadura militar, las crisis económicas que atravesó Argentina desde entonces y el contexto social que dibujó sobre todo la debacle de 2001.

“Los periodos de facto afectaron profundamente a los sistemas educativos, muchos docentes fueron perseguidos y el conjunto de contenidos recibió censuras explícitas. En la década del los ‘90 las reformas políticas y económicas que hubo en el país también influyeron. En 1993 la Ley Federal de Educación introdujo los cambios que todos conocemos, pero también hubo un ingreso de un millón de alumnos al sistema. De eso derivó la dificultad de la inclusión de los chicos. La realidad es que la cuestión de la calidad del sistema no sólo tuvo que ver con cuestiones internas, sino también con lo coyuntural. Hubo una pérdida del relato cultural familiar y esto impactó”, consideró ante Info Región María Cristina Ruiz, titular de la cátedra de teorías de la Educación de la UNLZ y asesora de la Dirección General de Cultura y Educación (DGCyE) de la Provincia.
Y con ella coincidió Guevara, que consideró que “los sistemas educativos no son independientes de las crisis políticas, económicas o sociales que atraviesa un país”.

Para la socióloga Alcira Argumedo, en tanto, la exclusión a la que empujó la crisis tuvo al menos dos consecuencias claras sobre la educación: “Después de 2001, hay una gran porción de la población que cree que no necesita ser educada porque no podrá volver a insertarse en el sistema. Por otra parte, la escuela quedó centrada en un rol de contenedora y no cumplen del todo con la función de enseñar. Hoy en día el 50 por ciento de los adolescentes no cursa la secundaria, y del 50 por ciento que la hace, dos tercios no tiene capacidad de comprensión de un texto”, remarcó.
Argumedo adhirió a la conclusión de quienes sin eufemismos aseguran que la educación “está en crisis”. “La calidad de la educación en Argentina cayó muchísimo. La Unión Europea fija todos los años un estudio de la calidad educativa en 57 países del mundo, Argentina tradicionalmente estaba en los primeros lugares y ahora ocupamos el lugar 51. Le Educación sigue buscando su camino en Argentina porque lo ha perdido”, consideró.
Otras voces, sin embargo, insisten en no hablar de crisis, sino de modificaciones que tienen que ver con un contexto. Defienden a la escuela aún cuando reconocen que su imagen está devaluada e insisten en que se la debe medir “tanto por los aciertos como por errores”.

“Han pasado y pasan cosas, pero no comparto la idea decadentista de la educación. En todo caso hay que pensar que hubo transformaciones profundas en la sociedad y analizar qué papel jugó la educación en cada etapa. Es imposible comparar la educación de principios del Siglo XX con la de fines de ese periodo, porque cambiaron la cultura y las referencias culturales. Es cierto que en la escuela un montón de parámetros se fueron flexibilizando, pero ese proceso también se dio en otras instituciones, como la familia”, indicó Finocchio.
“Por otra parte, también hay que decir que la escuela está inserta en un mundo que cambia aceleradamente y por eso debe enfrentar enormes desafíos. Hay una expansión de los saberes que también hace compleja la tarea educativa. Hoy hay que enseñar cultura letrada, mediática y digital, la lengua nacional pero además inglés, literatura nacional pero también extranjera. ¿Por qué no se dice que la escuela actual también tiene aspectos que son muy positivos? Pensemos sino qué lugar tenían las mujeres en aquella escuela, y qué lugar tienen hoy, quiénes asistían antes y quienes van ahora”, agregó.

Y con ella coincidió Ruiz: “Hay una nostalgia por un sistema de calidad que no tenía la masividad que hoy tiene el sistema educativo. El desafío es que entren todos y que a todos les enseñemos de la mejor manera posible. Antes eran muchos menos los que estaban dentro de la escuela”, opinó.
Un siglo después. Y la educación de hoy “no es como la de antes”, los chicos no son iguales en su forma de comportarse, ni los maestros en su manera de enseñar.

A poco de festejar el Bicentenario el país sigue teniendo excluidos y sigue recibiendo miles de inmigrantes, ya no tantos de Europa como de países vecinos y de Asia, pero el desafío deja de pasar sólo por enseñar a leer y a escribir, y por “homogeneizar”: el universo gira a la velocidad de las nuevas tecnologías, el flujo de información es constante y la proliferación de canales por los cuales circula también. El mundo cambia vertiginosamente. Entonces, ¿cuál debe ser el proyecto de la escuela en la Argentina de hoy?
“Claramente la escuela no está ofreciendo oportunidades que generen un cambio significativo en los sectores más populares, y esto quizás se deba a que fue pensada como una escuela para todos, pero tenemos sin embargo una sociedad cada vez más desigual. Hacen falta diferentes modelos educativos que se adapten a esas necesidades, esto implica cambiar la forma de pensar pedagógica y socialmente a los alumnos”, opinó ante Info Región Axel Rivas, director del programa de Educación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).

Ruiz, en tanto, puso el énfasis en la inclusión, y apeló a poder reconstruir el relato que posicionaba a la escuela como un portal hacia el progreso y el futuro.
“La escuela debe buscar incluir y enseñar acorde con las nuevas necesidades que tenemos, pero es central su recuperación como un espacio posible de confianza y de trabajo. Un sistema educativo que funciona bien es un sistema que incluye a todos y que brinda oportunidades para todos, no queremos un sistema de calidad que sea solo para algunos”, aseguró.

Guevara, en tanto, puso el énfasis en el rol que deben jugar los docentes: “Podremos recuperar la escuela si asumimos que le podemos dar otro sentido. Los maestros tienen que formarse y enseñar más a los que menos tienen, aunque lleve más tiempo”, indicó.
“La escuela puede ser uno de los espacios públicos que permitan la resistencia social y cultural, un ámbito de construcción contrahegemónica que permita superar el presente de marginalidad en el que estamos sumergidos”, agregó.

En tanto, desde Flacso Finocchio sugirió no quitarle brillo a la escuela actual poniéndola a la sombra de esa que relució promediando el siglo pasado: “La escuela debe promover otros diálogos con la cultura, entre generaciones, grupos étnicos y clases sociales. No ayuda quedarse atado a la idealización de esa escuela de 1930, porque esto produce efectos políticos paralizantes y resigna a quienes trabajan en ella. Es cierto que la educación tiene deudas pendientes, pero tiene desafíos gigantescos y eso debe impulsarla”, concluyó.

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