"La biblioteca destinada a la educación universal, es más poderosa que nuestros ejércitos".
Jose de San Martin

Entre la esperanza y la dura realidad

¿Cuál es el desafío central que tiene Obama frente a sí? ¿Cuál es la síntesis del problema que enfrenta su presidencia? Tal vez podría resumirse así: los sueños y las esperanzas de los norteamericanos, luego del huracán económico de estos meses, están en fuerte aceleración, mientras que las posibilidades de cumplirlos están en brusca desaceleración.

Esta es la tensión tremenda que vivirá el próximo presidente de los Estados Unidos. Un presidente que, como extraordinario comunicador que es, ha sabido apelar a la esperanza, pero que ocupará el cargo en un dramático contexto histórico, que tiene la capacidad de deglutir a cualquiera. Porque a la demanda de esperanza en el corto plazo sólo podrá oponérsele una oferta de penuria. En este sentido, sería una pena que un recurso tan nuevo y oxigenante como Obama quedara desgastado prematuramente por la ferocidad de una situación que excede las posibilidades de cualquier persona.

Se está produciendo un cambio brutal en todo el mudo, al cual la conciencia posiblemente llegue tarde. Este retraso de la conciencia frente a los cambios se da cuando éstos aceleran bruscamente sin dar una posibilidad de adecuación. Por ahora, la conciencia continúa yendo en dirección de la esperanza, mientras los hechos se mueven en la dirección contraria. Estamos en una muy brutal desaceleración planetaria, que entre otras cosas ha sacado a los mercados financieros por el parabrisas.

El economista Nouriel Roubini señala que dos motores impulsaban el crecimiento mundial: el consumidor norteamericano y la producción china. El primero se ha apagado por completo y el segundo está en vías de detenerse. Ambos motores, detenidos en pleno vuelo, producen una caída absolutamente vertical. Y aunque la situación no se verifique a tales extremos, y no sea una depresión a la japonesa sino una grave recesión de dos años, el impacto inicial para Obama no será muy diferente.

Las consecuencias de nuestros actos nos toman por los cabellos: les es indiferente que en el transcurso nos hayamos hecho mejores, dice Nietzsche. Bush se ha comportado como la versión genéticamente modificada del rey Midas: todo lo que ha tocado se ha visto quebrado, incluido nada menos que Estados Unidos.

Obama representa posiblemente una inmensa mejora frente a su predecesor, pero tendrá que pagar de su bolsillo los errores ajenos. Obama ha sabido transmitir ilusión. Pero esta siembra podría desembocar en una cosecha amarga si la inercia de una realidad que ya se ha echado a andar con el gobierno actual impide una recuperación en un plazo razonable.

Tal vez lo mejor que pueda hacer ahora es preparar a los norteamericanos para el sudor y las lágrimas. (La sangre, al menos, correrá menos que con Bush.) De esta manera, la posible frustración que sientan en los próximos meses será mejor tolerada.

Por Enrique Valiente Noailles