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9 de julio del 2007. Cae nieve en Monte Grande

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24.6.08

Mujeres y el cambio climático


“No acepten lo habitual como cosa natural, pues en tiempo de desorden sangriento, de confusión organizada y arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar”.
Bertolt Brech

Mujeres y cambio climático

Atender el asunto del género y cambio climático requiere objetivos y compromisos de largo plazo por parte de la comunidad internacional. Las organizaciones de mujeres que están actualmente implicadas sencillamente no pueden afrontar la carga financiera, ni deberían. Y con el aumento de la frecuencia y la severidad de los desastres medioambientales, es igualmente crítico que el trabajo de estas organizaciones no se estropee con el rótulo de “pendiente de financiamiento”

La reciente racha de desastres “naturales” alrededor del mundo (algunos de los cuales están relacionados con el clima, y otros no) me ha llevado a preguntarme si sus efectos están igualmente distribuidos entre géneros. Lógicamente, los seres humanos de ambos sexos deberían reaccionar de manera bastante similar a las amenazas medioambientales, y cualquier diferencia en el efecto de los desastres debería ser insignificante.

Me interesaba recopilar algunas investigaciones que ya se han hecho al respecto, y me quedé consternada con lo que mostraban (http://www.lse.ac.uk/collections/pressAndInformationOffice/newsAndEvents/archives/2006/WomenAndNaturalDisasters.htm ): más mujeres que hombres mueren como efecto directo e indirecto de los desastres naturales; el 90% de las 140.000 víctimas del ciclón que azotó Bangladesh en 1991 fueron mujeres http://www.wedo.org/files/June%20%20GA%20statement%20climate%20change%207%2031%2007.pdf ) ; más mujeres que hombres murieron durante la ola de calor de 2003 en Europa; y el tsunami de 2006 mató a tres o cuatro mujeres por cada hombre http://www.cbc.ca/world/story/2005/03/25/tsunami-women050325.html .

¿Cómo puede explicarse?
En un discurso en 1999, Lord Hoffman, un magistrado judicial inglés, dijo “…si no se conoce la pregunta, es imposible obtener la respuesta correcta. Una vez que la pregunta ha sido identificada, la respuesta es relativamente simple…”. Ello me llevó a pesar que, para averiguar por qué las mujeres se ven más afectadas que los hombres por el cambio climático, debería preguntar primero: “¿de qué modo las mujeres salen más perjudicadas?” podríamos conseguir algunas pistas sobre por qué las mujeres se ven más afectadas.
Algunas pautas interesantes emergieron durante la investigación:
En Sri Lanka, nadar y trepar a los árboles son actividades que se enseñan principalmente a los niños; ello ayudó más a los hombres que a las mujeres, y les permitió sobrevivir más que a las mujeres cuando les golpeó el tsunami. El prejuicio social impide a niñas y mujeres aprender a nadar, lo cual reduce considerablemente sus oportunidades de supervivencia frente a las inundaciones.
A menudo, las mujeres permanecen dentro de sus hogares debido a las prohibiciones sociales en cuanto a dejar la casa.

En Aceh, muchas mujeres fueron halladas muertas con bebés sujetados en sus brazos. Algunos relatos personales de sobrevivientes describen a madres empujando a sus niños hacia los techos o copas de los árboles que resistieron el tsunami, pero después fueron arrastradas por el mar. Los largos vestidos que las mujeres son obligadas a usar por las leyes de la sharia de Aceh, hacen muy difícil que puedan moverse con rapidez. No pueden correr tan rápido como los hombres, ni tampoco nadar.

Hubo historias de algunas mujeres

(http://www.wrmea.com/archives/August_2005/0508040.html ) que estaban dentro de sus casas vestidas de manera informal cuando asaltó la primera ola, que corrieron a ponerse ropas “aceptables” antes de salir a pedir ayuda, y como resultado se ahogaron o apenas pudieron escapar.
En momentos de desastre y tensión medioambiental las mujeres pierden movilidad porque son las primeras cuidadoras.
Después de un desastre natural, las mujeres ven incrementadas las probabilidades de ser víctimas de violencia sexual y doméstica (http://www.feminist.com/news/vaw44.html).

A menudo ellas evitan acudir a los refugios. El volumen de trabajo doméstico se incrementa sustancialmente después de un desastre, lo cual fuerza a muchas jóvenes a abandonar sus estudios para ayudar con las tareas domésticas.
El estado nutricional es un determinante crítico de la capacidad de sobrevivir a los efectos de los desastres naturales (http://www.genderandenvironment.org/admin/admin_biblioteca/documentos/Factsheet%20Adaptation.pdf ).

Las mujeres son más propensas a sufrir deficiencias alimentarias debido a sus particulares necesidades nutricionales. Algunas culturas imponen jerarquías domésticas respecto de los alimentos, generalmente favoreciendo a los hombres. En el África subsahariana, las mujeres llevan más carga que los hombres, pero ingieren menores cantidades de calorías porque la norma cultural es que los hombres reciban más comida.
Las mujeres cosechan, producen, consiguen y preparan la mayoría de los alimentos mundiales: ellas son responsables del 75% de la producción alimentaria doméstica (http://www.madre.org/articles/int/climatechange.html ) en el África subsahariana; el 65% en Asia; y el 45% en América Latina.

También recae principalmente sobre las mujeres la lenta tarea de recoger y transportar agua. Como el agua se ha vuelto escasa, la carga de trabajo de las mujeres se ha incrementado. La asistencia a la escuela, y eventualmente las matriculaciones por parte de las jóvenes ha disminuido a medida que aumenta la distancia para buscar agua.
A partir de la información a la que pude acceder, me pareció que los aspectos en que las mujeres se ven más afectadas que los hombres son aquellos que están principalmente asociados con sus obligaciones de cuidado, o costumbres religiosas o culturales.
¿Y qué podemos hacer respecto de estas lamentables estadísticas?
Probablemente no haya espacio para la acción directa, porque la mayoría de los problemas de fondo son costumbres culturales o religiosas muy enraizadas, que no son fácilmente susceptibles de transformarse mediante la intervención política local. ¿Pueden las agencias de ayuda hacer lo que los gobiernos no pueden? Tal vez todo recaiga en la educación de las mujeres –dándoles el beneficio de la capacidad para el pensamiento crítico que acompaña la educación general-, así como educar la las mujeres para contemplar objetivamente, y tal vez cambiar el pensamiento sobre sus roles y comportamientos, y las consecuencias de éstos cuando hay una amenaza. Ello al menos podría acercarlas a una posición de elección

(http://www.unesco.org/iiep/PDF/Fund73.pdf).

Pero cada solución posible presenta más problemas y más preguntas. ¿De dónde vendrá el dinero? ¿Debe provenir de los países desarrollados, considerando que algunos de estos desastres han sido exacerbados o causados por su desarrollo? ¿Cómo deberían determinarse las contribuciones justas?

En septiembre del pasado año el Consejo de Mujeres Líderes Mundiales (Council of Women World Leaders, CWWL), la Organización Femenina por el Desarrollo y el Medioambiente (Women’s Enviroment and Development Organisation, WEDO) y la Fundacion Heinrich Boll North America organizaron una mesa redonda llamada “Cómo el cambio climático impacta sobre las mujeres”. Los participantes reconocieron que a pesar de que no existe referencia a las cuestiones de género en la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, las estadísticas muestran que el cambio climático no es neutral en este asunto.
En diciembre de 2007, cuatro instituciones internacionales -el Consejo de Mujeres Líderes Mundiales (WEDO), el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas (United Nations Development Program, UNDP), el Sindicato para la Conservación Mundial (World Conservation Union, IUCN), y el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente (United Nations Environment Program, UNEP)- se reunieron con ministros de medioambiente y líderes en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Bali para afirmar por primera vez que los “asuntos de género son relevantes en la acción política sobre el clima”.

Como resultado de la reunión, la Red emplazó a los países signatarios y a la Secretaría de la Comisión de Cambio Climático de las Naciones Unidas a:
reconocer que las mujeres son poderosos agentes de cambio y que su total participación es crucial en las políticas e iniciativas de adaptación y mitigación del clima, y por lo tanto, garantizar que las mujeres y los expertos en género participen en todas las decisiones relacionadas con el cambio climático; tomar medidas orientadas a asegurar el compromiso de la UNFCCC con el marco de los Derechos humanos, compromisos nacionales e internacionales con la equidad e igualdad de género, incluyendo la Convención sobre la Eliminación de Toda Forma de Discriminación contra la Mujer (Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women, CEDAW).

Desarrollar una estrategia de género, invertir en investigaciones específicas sobre cambio climático y género, y establecer un sistema para el uso de indicadores y criterios sensibles al género para que los gobiernos las utilicen en los informes nacionales para la Secretaría de la UNFCCC; analizar e identificar los impactos específicos sobre el género y medidas de protección relacionados con las inundaciones, sequías, olas de calor, enfermedades, y otros cambios y desastres medioambientales; y, dado que millones de mujeres pobres afectadas por el cambio climático viven y trabajan fuera del alcance de los mercados formales, diseñar e implementar mecanismos de financiación accesibles a ellos para reducir sus particulares vulnerabilidades. Adicionalmente, aumentar el acceso equitativo de mujeres y hombres pobres a enfoques basados en el mercado, como el Mecanismo de Desarrollo Limpio (Clean Development Mechanism).

Las acciones de estos grupos representan un paso positivo e importante: a menos que la interacción entre género y cambio climático se sitúe y mantenga firmemente en la agenda, cualquier política para reparar o reducir el cambio climático y sus consecuencias, difícilmente ayudarán a las mujeres desfavorecidas. Sus propuestas también permiten que las acciones se pongan en movimiento ahora, a través de las organizaciones internacionales establecidas que tienen la capacidad para distribuir los fondos necesarios. Y si todos nosotros animamos a nuestros gobiernos a apoyar sus iniciativas a través de Naciones Unidas –de la que todos los países más ricos son contribuidores financieros-, estaremos haciendo una contribución a la solución.

Atender el asunto del género y cambio climático requiere objetivos y compromisos de largo plazo por parte de la comunidad internacional. Las organizaciones de mujeres que están actualmente implicadas sencillamente no pueden afrontar la carga financiera, ni deberían. Y con el aumento de la frecuencia y la severidad de los desastres medioambientales, es igualmente crítico que el trabajo de estas organizaciones no se estropee con el rótulo de “pendiente de financiamiento” (http://www.idealist.org/if/i/en/av/Job/258372-146 ). http://www.ecoportal.net/

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