Lo pequeño es hermoso: Una alternativa para la solución de la crisis agrícola
Diego Griffon B. *
I parte de la nota
La agricultura industrial es en gran medida responsable de la actual crisis agrícola y del calentamiento global. Para encontrar soluciones a estas problemáticas inevitablemente debemos impulsar modelos agrícolas sustentables. La Agroecología se erige como una prometedora alternativa para llevar a cabo estos importantes cambios.
Entre las actividades humanas que causan perturbaciones a la biosfera, la agricultura es una de las mas importantes (Altieri, 2008). Sin embargo, irremediablemente dependemos de esta actividad para nuestra supervivencia. Este hecho plantea grandes conflictos en lo que se refiere al impacto de nuestra civilización sobre el planeta y pone de manifiesto la necesidad de encontrar modelos de producción agrícola que atenúen esta problemática.
La actual crisis agrícola tiene implicaciones particularmente graves en los países de bajos ingresos. El último informe Perspectivas Alimentarias de la FAO (2008), muestra que el costo total de las importaciones de alimentos en estos países puede alcanzar los 169.000 millones de dólares en 2008, lo que representa un 40 por ciento más que en el 2007.
Esta crisis demuestra elocuentemente que la agricultura se encuentra en una encrucijada (Vía Campesina, 2008). Esta situación impone fuertes exigencias sobre las 1,500 millones de hectáreas cultivadas (Altieri, 2008). Resulta alarmante que las soluciones preponderantemente planteadas a esta coyuntura sean la intensificación de los sistemas de producción (Grain, 2006), la expansión de la frontera agrícola (Giardini, 2006) y la recuperación de tierras en descanso (Millar, 2008). Todas estas alternativas involucran mayores perturbaciones ecológicas y no son sostenibles.
El incrementar las perturbaciones a la naturaleza, como solución a los problemas agrícolas, ha sido el enfoque imperante durante 300 años. Esto queda elocuentemente demostrado en el video sobre la expansión de la frontera agrícola realizado por el Centro para la Sostenibilidad y Ambiente Global (siglas en ingles: SAGE) de la Universidad de Wisconsin-Madison (ver video en: http://www.sage.wisc.edu/movies/crop5MB.mov)
Estas presiones, prolongadas durante tanto tiempo, han socavado la capacidad de la naturaleza (nuestro único sistema de soporte de vida) para suplir las demandas de la humanidad en cuanto a alimentos, fibras y energía (Altieri, 2008). En el estado actual de la coyuntura, es imprescindible sopesar las necesidades de producción de alimentos, con los perjuicios que la actividad agrícola industrial impone sobre los servicios ecológicos que nos ofrece la biosfera (ciclos de agua y nutrientes, regulación del clima, secuestro de CO2, etc.). Es importante recordar que la agricultura industrial contribuye hoy con más de 1/3 de las emisiones globales de gases de invernadero (Altieri, 2008). En particular, este tipo de agricultura es responsable del 25% de las emisiones del dióxido de carbono del mundo, del 60% de las emisiones de gas metano y del 80% de óxido nitroso (Goldsmith, 2004).
Existen otras alternativas a este sombrío panorama. Contrariamente a la idea imperante en las ciencias agrícolas, la agricultura de pequeña escala y de alta biodiversidad puede suplir de mayores cantidades de alimentos que la agricultura industrial (Rosset, 2000). Este es un hecho que ha sido comprobado en múltiples trabajos de investigación (ver: Altieri, 1999; Clark et al., 1999; Bunch, 1999; Rosset, 1999; Pretty y Hine, 2001, Badgley et al., 2007).
Es de resaltar que para producir una tonelada de cereales o vegetales utilizando agricultura industrial, se requiere de 6 a 10 veces más energía que la requerida empleando métodos agrícolas sustentables (Goldsmith, 2004).
Esta diferencia se debe a que los componentes más demandantes de energía en la agricultura son: la producción de fertilizantes nitrogenados, la maquinaria agrícola y la irrigación con bombas. Estos en total representan más del 90% de la energía usada directa o indirectamente en la agricultura industrial y todos son esenciales para este modelo agrícola (Goldsmith, 2004), pero no lo son en la agricultura sustentable (Gliessman, 1998; Altieri y Nicholls, 2000).
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