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9 de julio del 2007. Cae nieve en Monte Grande

Nuestras Islas Malvinas

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LAS MALVINAS SON ARGENTINAS

29.2.08

Ejemplos de vida, de amor, de solidaridad


Roberto Juan Killmeate: el Mercado de la Estepa


Roberto "Bob" creó el Mercado de la Estepa, un sistema que transforma a pequeños productores rurales en ciudadanos capaces de hacer valer sus derechos y hacerse cargo de sus propios procesos de cambio. Utiliza la producción y la comercialización justa de productos de familias marginales como una excusa para que ellas mejoren sus ingresos, y reconozcan su propia capacidad para participar en la toma de decisiones y acceder a mejores niveles de educación y salud para modificar su calidad de vida.


Elementos de la idea nueva


A partir de su vasta experiencia de trabajo con pequeños productores, Bob se dio cuenta de que la mayor barrera que enfrentan para integrarse a un proceso de desarrollo genuino y mejorar su calidad de vida no es solamente la falta de la titularidad de las tierras, la producción a escala mínima o la comercialización fragmentada, entre otros. El problema es más profundo, y está vinculado a la falta de percepción que tienen los pequeños productores rurales marginales de sí mismos como ciudadanos capaces de ejercer sus derechos, de gestionar un mejor acceso a servicios, de participar en la toma de decisiones de las políticas que los afectan. A su pobreza y aislamiento históricos se suma que, por un lado no conocen los mecanismos de participación que están a su alcance, y por otro, no se atreven a utilizarlos.
Es por eso que Bob diseñó el Mercado de la Estepa, un sistema que, utilizando como excusa la promoción de lo que los productores ya saben hacer -producción y comercialización-, tiene como objetivo último generar en ellos procesos de recuperación de la autoestima y revalorización de su cultura, y a la vez capacidades reales de participación, de toma de decisiones, de gestión y de hacerse cargo de su propio destino como grupo.
El Mercado de la Estepa es un centro comercial y cultural en donde las comunidades rurales comercializan sus productos de una manera
atípica: cada una elige dos representantes quienes, por turnos, rotan para hacerse cargo de las ventas del local; con este sistema cada uno debe promocionar todos los productos por igual -no solo vende sus productos sino los de todos- en una lógica de colaboración y no de competencia. Ellos mismos son quienes elaboran el reglamento de uso y de funcionamiento del local, resuelven de manera organizada los conflictos que se presentan. Elevan la calidad de sus productos a partir del compartir con sus colegas, y no porque alguien "experto"
les dice qué hacer. Los productores se fortalecen al comercializar como grupo y además este espacio les sirve también para vincular a los grupos distantes entre sí, acercando a quienes están geográficamente aislados.
Los procesos que se generan a través de este espacio de producción y comercialización convencen a estas personas de sus derechos y obligaciones ciudadanas y les dan la oportunidad de convertirse en actores fundamentales de la construcción de sus propias realidades. A largo plazo Bob piensa que la organización sustentable de las comunidades rurales y suburbanas les permitirá participar en los procesos regionales de toma de decisión que los afectan e influir en la formulación y seguimiento de las políticas públicas.


Elementos del problema


Las poblaciones rurales marginales en la Argentina viven en condiciones de exclusión estructural debido a la falta de trabajo, los deteriorados servicios de salud y educación y la ausencia de medios de comunicación. Esto genera un proceso de migración hacia las ciudades y un despoblamiento paulatino de las comunidades rurales.
Las familias sufren un grave desmembramiento y en las comunidades se genera un ambiente de inseguridad, desconfianza y falta de esperanza.
Además los productores rurales que se quedan trabajando en la zona padecen la fuerte desvalorización de los trabajos rurales y artesanales, y dejan atrás prácticas ancestrales que les permitían un sustento mínimo familiar.
A las dificultades de subsistencia que tiene el pequeño productor rural se suma la situación irregular de la tenencia de la tierra por la progresiva pérdida de los derechos constitucionales relacionados a la propiedad. La falta de una cultura de arraigo a su tierra, de trabajo en comunidad y de visión de futuro ha llevado a la desaparición de 100.000 productores, que tentados por el valor inmobiliario de sus tierras las venden perdiendo la única posibilidad de sustento que tienen.
Si bien existen organizaciones sociales e incluso algunos programas del estado que se ocupan de alguno de los aspectos de la problemática de los productores rurales -como la producción, la comercialización, la regularización dominial o el acceso al financiamiento- estos abordajes son parciales, no hay ninguno que apunte integralmente al problema más profundo de los pequeños productores rurales que es la falta de acceso a derechos.


Elementos de la estrategia


Luego de varios años de trabajo con pequeños productores rurales haciendo foco en la recuperación de sus tierras, y otros más en la producción y generación de ingresos para mejorar su nivel de vida, Roberto se dio cuenta de que la falla en los modelos de trabajo con los pequeños productores es que se trabaja "para ellos", y haciendo enfoque en alguno de sus problemas particulares -falta de titularidad de la tierra, bajo nivel de producción, escaso capital, dificultades en la comercializaciòn- pero sin tener en cuenta el problema real, que es la falta de percepción que tienen los campesinos de sì mismos como sujetos de derecho capaces de gestionar, reclamar y acceder a la toma de decisiones, a un mejor nivel de salud o educación. En fin, a hacerse cargo de su propio destino. Por eso creó el Mercado de Estepa, un sistema en el cual los productores rurales no solamente logran mejorar sus ingresos, pero mucho más importante, reconocen sus capacidades de liderazgo y participación, revalorizan su autoestima y su capacidad de operar como un grupo capaz de dejar de estar en la marginalidad y convertirse en un sujeto de derecho.
Un primer paso es que las comunidades aisladas y acostumbradas a la producción en muy pequeña escala en cada paraje efectivamente vean los beneficios de participar del Mercado. Roberto visita a cada una, y potenciando la misma actividad productiva que ya vienen realizando, genera procesos de capacitación que fortalece su identidad cultural y productiva para que puedan organizarse y participar en forma responsable de la administración del Mercado a través de una mesa de delegados que cada comunidad elegirá democráticamente. Cada comunidad elige dos responsables que son sus interlocutores frente al mercado.
El Mercado funciona con un sistema democrático, en el que los mismos productores ponen las reglas, fijan el precio y deciden cómo resolver los conflictos que se puedan generar. Está ubicado en un espacio físico concreto, en el que cada comunidad participa a través de dos representantes. Ellos llevan los productos de la comunidad y asumen el compromiso de vender lo que se produce al menos una vez. No existen intermediarios, son las propias comunidades las que venden los productos de la región. El precio lo pone el mismo productor y el dinero recaudado se le entrega al representante de la comunidad que lo distribuye entre sus familias productoras.
En el mercado son los mismos productores los que van modificando la calidad de sus productos a través de la observación y de compartir experiencias. Al afianzarse la auto valorización mejora la calidad de los productos y su presentación. Se busca que la calidad, el origen y la identidad cultural se conviertan en el valor agregado de cada producto. Además el Mercado posibilita la difusión de las distintas actividades y productos de la zona a los habitantes de Bariloche y a los turistas. Se organizan las fiestas de cada localidad, facilitando la infraestructura y publicidad para que cada comunidad exponga sus bienes culturales y se inter relacione con el resto de los miembros de la Región. Utilizan la radio Nacional Bariloche para difundir sus actividades.
A partir de la participación en el Mercado de La Estepa, los pobladores han iniciado un intercambio de conocimientos y experiencias descubriendo problemáticas comunes y sentimientos solidarios. La confianza entre ellos aumenta basada en la organización y en el cumplimiento de lo acordado. Los problemas de convivencia son resueltos a través del diálogo cuando antes profundizaban el aislamiento. Ellos se convierten en difusores directos de la iniciativa, y a la vez, promotores de nuevas alternativas comunitarias. Ya se ha logrado trabajar en el autogobierno del mercado, en el intercambio de culturas y saberes, y el paso siguiente es lograr una visión más amplia y determinar qué figura jurídica los representa.
Hoy integran el Mercado 136 productores rurales de lana, miel, cuero, artesanías, dulce, piedras talladas, conservas y licores pertenecientes a 9 comunidades que están en un radio de 400 km.
Participan las comunidades de Corralito-Panquehuau; Pichileufu arriba y abajo; Pilcaniyeu; Comallo-Anecon; Ñirihuau; Dina Huapi; Río Chico arriba y abajo; Valcheta; Jacobacci; Viedma; San Antonio Oeste y Las Grutas (todas ellas de la provincia de Río Negro). Dina Huapi es una comunidad semi-rural, a diferencia del resto que son todas rurales.
El total de las ventas generadas en el 2004 ascendió a 42,135 pesos.
Durante el primer trimestre de este año hubo un significativo incremento de las ventas del 128% respecto del mismo trimestre del 2004. Los ingresos aumentaron con la incorporación de mejoras en los productos, en la determinación de precios al consumidor más cercanos al mercado turístico, y la organización de una exposición en el centro de la ciudad de Bariloche donde el tráfico de turistas es el mayor de la zona.
Desde la costa atlántica reciben productos para comercializar en el Mercado (mariscos en escabeche) y en breve se abrirá un mercado en Las Grutas o Viedma en el que se podrán vender productos de la zona del Mercado de la Estepa.
Bob tiene una estrategia para interesar a los empresarios de la zona, primero los invita a cenar al Mercado -los viernes por la noche- para discutir sobre las leyes del mercado y los distintos modelos de producción y comercialización, y luego les pide asesoramiento concreto y los involucra en nuevos proyectos como por ejemplo en el diseño del banco de lana.
Bob es fundador y presidente de la Organización Surcos Patagónicos.
Recibió financiamiento de fundaciones organizaciones, Organismos Provinciales y Nacionales, empresas y particulares como la Fundación Avina, Fundación Bemberg, Fundación Rocca; Fundación Selex, Parques Nacionales, Vialidad, Estancia San Ramón.
Para construir el edificio de 2000 metros cuadrados donde funciona el Mercado consiguió la ayuda de Parques Nacionales, Techint, Cristina Miguens y Estancias San Ramón.
Está intercambiando experiencias y consolidando alianzas con instituciones y organismos como por ejemplo con INTA, el Programa Social Agropecuario, Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico, Ente de Desarrollo Provincial de Río Negro y con los Municipios y Comisiones de Fomento de la zona.

La persona


En 1968, Bob dejó sus estudios de Derecho, e influenciado por el documento de los obispos en la Conferencia de Medellín y su mensaje concreto acerca del compromiso que los sacerdotes debían asumir en el cambio social de América Latina, y por el proceso de apertura que estaba viviendo una fase de la Iglesia Católica, ingresó en el seminario en la comunidad irlandesa de los palotinos. Cursó los primeros años en Brasil, y en 1973 volvió junto con algunos compañeros a la Argentina a terminar el seminario. Se instalaron en la Parroquia de San Patricio, en el Barrio de Belgrano de Capital, donde comenzaron a desarrollar una propuesta pastoral distinta a la tradicional, con un fuerte involucramiento de la parroquia en los problemas sociales de la comunidad, visitas a barrios marginales, movilización de los jóvenes, etc.
En la madrugada del 4 de julio de 1976, un grupo de tareas de la ESMA asesinó a 3 sacerdotes y 2 seminaristas; con el mensaje "esto pasa por envenenar la mente de la juventud". Bob fue el único sobreviviente de lo que se llamó la "Masacre de San Patricio"
porque se encontraba en Colombia terminando sus estudios. La Iglesia Católica, que impuso silencio sobre el asesinato y consideraba a Bob uno de los ideólogos de la acción social de la parroquia, demoró hasta 1978 su ordenación y le prohibió pronunciar sermones hasta 1982.
Esta estrategia de "silencio" de la Iglesia le significó a Bob una pelea constante contra la estructura eclesiástica para poder dedicarse a la acción social. Como no le daban el permiso de ordenación y a la vez no podía regresar a la Argentina porque su vida corría peligro, viajó por América Latina observando y conociendo las realidades de las comunidades campesinas. Fue para él un aprendizaje crítico, ya que conoció una nueva dimensión de la pobreza, que no se reducía solamente a la falta de recursos económicos sino que estaba relacionada con la falta de acceso a derechos, a la dignidad.
Finalmente, logró el permiso para ordenarse el 22 de mayo de 1978.

Volvió a la Parroquia de San Patricio, pero bajo la condición de que solamente podía predicar su sermón en la misa de los niños. De todas maneras, desde la misa de los niños, Bob organizó a los padres en una cooperativa de autoconstrucción de viviendas -CAVE- para un grupo de pobladores de muy bajos recursos económicos en una villa de emergencia en Munro, provincia de Buenos Aires. Bob ideó un sistema de financiamiento -una cartera de socios de la parroquia más la colecta dominical de la misa de niños- con el cual se construyeron 47 viviendas en un terreno donado por uno de los feligreses. Además, como los beneficiarios debían devolver parte de los fondos, esto permitió construir 28 viviendas más.
Paralelamente creó una escuela de formación de líderes para niños, y desarrolló nuevas pedagogías para chicos en la misa.
Como su liderazgo social tenía cada vez mayor presencia en la parroquia, a fines de 1978 fue destinado al pueblo aislado de Los Juríes, en la provincia de Santiago del Estero, a pesar de la enorme movilización que los laicos de San Patricio generaron para que se quedara. Aunque esta era una clara estrategia de la Iglesia para callarlo nuevamente, a los 6 meses de vivir en Los Juríes se puso en contacto con familias que habían sido desalojadas de sus tierras, e inició el MOCASE, el movimiento de campesinos para la recuperación de tierras más importante de Argentina. "Tengo una capacidad para descubrir que existen problemas".
"En ese momento creía que el principal problema de los pobladores rurales era la falta de tierra". Viajó a Europa, en donde realizó gestiones frente a la cooperación internacional y obtuvo fondos que le permitieron lanzar PROINCA, una organización que capacitó y empoderó a comunidades campesinas en el derecho a la tierra, instaló una mesa de concertación entre las comunidades y el gobierno provincial, y creó una Comisión Central Campesina; también daba pequeños créditos para mejorar la calidad de la semilla. El principal objetivo de Roberto era que PROINCA pudiera transferir todos los conocimientos a la Central Campesina, "para que el poder quede en los campesinos".
La lucha por los derechos de la tierra durante 7-8 años fue muy dura porque significó un claro enfrentamiento con el gobierno provincial de Juarez. Sin embargo, se lograron recuperar efectivamente 177,000 hectáreas, y lo que es más importante para Roberto "pude dejar capacidades instaladas, y además se hizo visible un problema que antes se tapaba y se desencadenó un proceso en el cual los campesinos fueron los propios protagonistas del reclamo de sus derechos; hoy el gobierno se sienta a negociar con el Mocase". El mayor aprendizaje de Roberto en estos años fue la falta de integración de los proyectos vinculados con mejorar la calidad de vida de los productores rurales "por un lado se trabaja el tema de la tierra, por otro el de la producción, por otro el de la comercialización, sin una visión única que podría realmente producir un cambio".
A principios de los 90 solicita una dispensa para dejar el sacerdocio. Entonces se muda a 5 Saltos, una localidad de la Patagonia, a una chacra en la que organizó un modelo de auto subsistencia que se convirtió en paradigma y fue era visitada por alumnos de las Universidades de la zona. Fueron años de intenso conocimiento del mundo rural, y vivió en carne propia los problemas y crisis típicos que un pequeño productor rural. Comprendió que uno de los mayores problemas que enfrentan es la incapacidad de comercialización conjunta, y a la vez la falta de acceso a participar en las decisiones políticas que los afectan. De a poco, comenzó a liderar un grupo de pequeños productores en Dina Huapi con el objetivo de producir un cambio en la cultura de los pequeños productores, y allí surgió Surcos Patagónicos.
Fuente: Noticias positivas.com

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