Por José Saramago
Un premio a la dignidad humana
Si yo tenía que recibir hoy una alegría, debía ser ésta del premio Cervantes de Juan Gelman. En primer lugar, porque es un gran poeta. Cabe decir que durante muchos años se ha mantenido -quizá a sí mismo- en una especie de penumbra. Todo el mundo era consciente de la grandeza de su obra, pero no aparecía a menudo en los periódicos. Sólo hace pocos años, y quizá también desde la concesión del premio Reina Sofía, su nombre empezó a ocupar en las preferencias literarias y artísticas -y humanas en general- de mucha gente el lugar que le corresponde. Yo tuve una pequeña parte en la carta que escribió al presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, quien no parecía dispuesto a dar orden de profundizar en la investigación sobre los restos del hijo de Juan Gelman. Creo que la carta produjo su efecto y al cabo se llegó al descubrimiento de una nieta de Juan y a su encuentro con ella. Juan ha vivido momentos muy duros con la preocupación casi obsesiva de no saber dónde estaban los suyos e hizo de esa preocupación casi el objetivo de su vida, que en parte ya ha logrado.Pilar, mi mujer, y yo, estuvimos hace casi un mes en Buenos Aires y visitamos el Parque de la Memoria donde, de una manera absolutamente emocionante, se ha levantado un muro de treinta mil ladrillos, cada uno para representar a un desaparecido. Las personas que visitan el parque y llevan flores las lanzan al Río de la Plata en memoria de todos los que fueron torturados. Pero, claro, el premio no es por esto.Gelman es gran poeta y hoy ha tenido un reconocimiento porque a lo largo de los años, como escritor y como persona, ha mantenido una lucha en busca de la verdad. Por eso creo que el ladrillo que tiene el nombre de su hijo, el nombre y nada más -al igual que el resto de los 30 mil ladrillos, que recuerdan a los que perdimos- se convertirá en una especie de lugar de peregrinación. Con esa pérdida, y con tantas otras, nosotros también ganamos, en el sentido de que si necesitáramos héroes sabemos que los tenemos allí. Había incluso chicos de 14 años, mujeres embarazadas... Es un lugar de sufrimiento. Aunque creo que el ser humano no es susceptible de aprender con su propia experiencia.La obra de Gelman tiene un componente moral, no moralizante -está por encima de las buenas intenciones y las palabras bonitas-, sino radicado, producido por la vida misma que le ha impuesto al poeta ser como persona aquello que en el pasado jamás pudo imaginar. Y como esto está en la obra de Juan Gelman, se quiera o no se quiera, debemos interpretar el Cervantes de este año como un premio a la dignidad humana.
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