LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA,
UN BARCO A LA DERIVA
Prólogo
(fragmento)
Waldo Ansaldi
I. Este libro fue concebido como un proyecto colectivo que brindara un
producto apto para un debate pendiente en América Latina: el de las
condiciones sociales de construcción de la democracia en la región. Si
el disparador de la idea fue la coyuntura actual, no menos cierto es que
la clave explicativa sólo puede encontrarse en una perspectiva histórica.
Cuando digo perspectiva histórica no estoy pensando solamente en la
historia como pasado; entiendo la historia como un proceso continuo,
en el tiempo y en el espacio, que se prolonga hasta el tiempo presente,
hasta hoy, y en el cual existe una permanente tensión entre las
tendencias al cambio, a la ruptura, y las tendencias a la continuidad, a
la permanencia.
Para su concreción, me pareció oportuno y conveniente reiterar una
experiencia previa, plasmada en el libro Calidoscopio latinoamericano.
Imágenes históricas para un debate vigente,1 que coordiné y en el que
participaron varios colegas latinoamericanos. Luego hubo una nueva
convocatoria, otra vez ampliamente plural en pertenencias disciplinarias,
en orientaciones teórico metodológicas, en elección del abordaje del
problema, en estilos de escritura, en nacionalidad de autoras y autores.
La invitación a colegas y amigos fue hecha en estos términos:
• El proyecto pretende dar cuenta del proceso sociohistórico desarrollado
a lo largo de los dos últimos siglos -desde la independencia de Haití
hasta hoy- en lo que hace a la constitución de regímenes políticos
democráticos en América Latina, en particular -habida cuenta de la
obvia constatación empírica- prestando atención a los obstáculos para
tal constitución.
• Los trabajos podrán referirse tanto a análisis desde la perspectiva de la
ciencia política como a la sociológica o la historiográfica (incluyendo dentro
de ésta la historia del concepto o la idea de democracia en el pensamiento
latinoamericano) e incluso –preferentemente- una combinación de
perspectivas disciplinarias. En rigor, estoy pensando en los mismos
términos planteados por Jorge Gaciarena, varios años atrás, es decir, un
análisis que integre las dimensiones social, política e histórica de la
democracia, en tanto sus conexiones recíprocas son las que le dan
densidad y sentido concreto.
• Los trabajos deberán referirse a uno o más países de América Latina, o a
la región en su conjunto, en cualquier arco temporal dentro de los
doscientos años arriba indicados.
• Cada quien podrá trabajar, obviamente, desde la perspectiva teórica que
prefiera, independientemente de la orientación del coordinador del libro y de
los demás autores(as). La idea es que el libro sea expresión de pluralidad.
Como en el proyecto del Calidoscopio, gratamente, la mayoría de los
convocados aceptó la propuesta entusiasta y solidariamente. Los pocos
convocados que no pudieron sumarse por tener otros compromisos que
les impedían cumplir con los plazos fijados y los también pocos que,
urgidos por la atención de otras demandas, debieron resignar,
lamentablemente, sus comprometidos aportes, han hecho que algunos
de los países de la región no sean objeto de análisis, pese a la
previsión original del proyecto.
En tanto el libro continúa, en otro registro, el camino abierto en
Calidoscopio latinoamericano, comparte con él una concepción según la
cual ni el proyecto ni el producto final persiguieron ofrecer una obra
homogénea, compacta, teórica, conceptual y disciplinariamente
uniforme. De allí que las lectoras y los lectores no han de encontrarse
con un texto monofónico con una única explicación ya deglutida. Por el
contrario, la polifonía los impelerá a un esfuerzo de razonamiento, de
debate y de confrontación con todos y cada uno de los capítulos.
III. Una característica del proceso de democratización iniciado a
comienzos de los años ochenta, pergeñada y alimentada por políticos y
científicos sociales, es la de atribuirle a la democracia un conjunto de
capacidades virtuosas, casi mágicas, capaces de convertirla en algo
más de lo que efectivamente es. Según Fernando Henrique Cardoso, el
fin del autoritarismo (yo prefiero decir las dictaduras) fue concebido por
no pocos, como “la llegada a la tierra prometida”. En su opinión, “la
larga y penosa recesión que aquejó a esta región en la década de 1980,
cuando ya se tenía gobiernos civiles, fue una prueba muy elocuente de
que política y economía pueden dar señales contradictorias, de que el
Estado de derecho no necesariamente trae consigo la prosperidad”.2
Quizás el desiderátum de aquella concepción haya sido la eficaz
consigna electoral utilizada por el radicalismo argentino, sobre todo por
su triunfante candidato a presidente, Raúl Alfonsín, en las elecciones de
octubre de 1983: “con la democracia se come, se educa y se cura”. Se
trata de una gruesa confusión conceptual: una cosa es la democracia,
un régimen político, y otra la eficiencia gubernativa para dar satisfacción
a necesidades básicas de los seres humanos.3 La incapacidad de su
gobierno -y de los siguientes- para dar cabal satisfacción a ese
potencial (casi mágico) no hizo otra cosa que desalentar el incipiente
proceso de conciencia democrática en una ciudadanía poco entrenada.
Pero si el caso citado es paradigmático, no es único: con matices, se
aprecia en toda la región. En ese sentido, la aplicación, bajo regímenes
democráticos, de las neoconservadoras o neoliberales (como se
prefiera) políticas del Consenso de Washington -asociadas, en el
imaginario social, con las dictaduras institucionales de las Fuerzas
Armadas, en particular con la chilena-, caracterizadas, precisamente,
Alfonsín no dejó de reivindicar esa consigna, incluso muchos años después de haber
dejado la presidencia del país. Así, en diciembre de 2004, al celebrar los veintiún años
de democracia -y alcanzar “la mayoría de edad”- señaló en declaraciones radiales el
veterano líder radical: “Nosotros dijimos ‘con la democracia se come’ y pusimos en
marcha el Programa Alimentario Nacional, que daba alimentos complementarios a
cerca de cinco millones de habitantes. Dijimos ‘con la democracia se educa’, y
pusimos en marcha un plan de alfabetización premiado por la UNESCO, y a través del
plan ABC dimos útiles escolares a más de cinco millones de chicos y creamos
comedores escolares en todo el país”, enfatizó. Y para completar la frase de cabecera
de la campaña de 1983, Alfonsín aseguró que a su idea de que “con la democracia se
cura”, respondió durante su gestión con la puesta en marcha de un seguro de “salud”,
aunque admitió que “esto recién se aprobó en las postrimerías de mi mandato, de
modo que no pude ni siquiera reglamentarlo” (Declaraciones realizadas en un acto en
la ciudad de La Plata, reproducidas por el diario Página/12, Buenos Aires, 11 de
diciembre de 2004).
por golpear duro en materia de trabajo, educación y salud de nuestros
pueblos, sirven de refutación a la asociación democracia = bienestar
social. No es extraño, pues, que al constatar la falsedad de tal
asociación, en la América Latina de entre siglos, sectores
cuantitativamente importantes de las sociedades latinoamericanas
expresen su descreimiento en las virtudes de la democracia o se
muestren indiferentes al régimen político que las ordenen, siempre y
cuando éste satisfaga las necesidades elementales, como lo prueban
los estudios de Latinobarómetro y del Programa de la Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD).
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