Nieve en Monte Grande

Nieve en Monte Grande
9 de julio del 2007. Cae nieve en Monte Grande

Nuestras Islas Malvinas

Nuestras Islas Malvinas
LAS MALVINAS SON ARGENTINAS

26.6.07

Impunidad, la corrupcion en las entrañas del poder

IMPUNIDAD
LA CORRUPCIÓN EN LAS ENTRAÑAS DEL PODER
Inicio
Eva Joly

Escribo este libro en una casa de madera, en la montaña. Fue
construida en un terreno que perteneció a mis antepasados, cuando
eran campesinos. Es un símbolo que me relaciona con aquellas
generaciones, que debían esforzarse tanto para sobrevivir. Nuestra
opulencia no debe hacernos olvidar que nuestros tatarabuelos
vivieron en un mundo tan duro como puede serlo hoy día el de las
favelas de Río de Janeiro o el de las llanuras de Sichuán.
Una amiga me presta a menudo la llave de su hütte desde que he
vuelto a vivir en Noruega. Las dimensiones de la habitación en la
que trabajo sobre este relato se ajustaron, antaño, al tamaño de los
troncos de los árboles. En los alrededores, sólo algunas granjas
ganaderas con techos de paja ocupan esta alta planicie de turba,
cubierta por lo que los noruegos llaman “lana de las marismas”:
extensiones de hierbas salvajes a merced del viento. Aquí, tengo la
impresión de hallarme en el fin del mundo. Los alces y las aves
rapaces han elegido vivir en estas montañas de brezos, enebros y
arándanos. Ellos simplemente toleran nuestra presencia.
Durante los inviernos sin sol de Escandinavia, el frío puede matar
a una persona en menos de seis horas. En noruego se dice que
alguien “ha pasado una noche de invierno a la intemperie” cuando se
quiere decir que ha sobrevivido a una prueba terrible.
Yo he vivido, a mi modo, una noche de invierno a la intemperie.
Me han amenazado de muerte por el simple hecho de ejercer mi
profesión. Anduve bajo la vigilancia de las agencias y los servicios
secretos, sometida a una presión que nunca creí posible: he sido
vilipendiada y acusada de las peores fechorías. Como si el peligro
estuviera del lado de la justicia. Perderse en los interrogantes sin fin
del porqué y el cómo no aportaría nada. Cada vez que un
magistrado se acerca demasiado al poder, oficial u oculto, se ve
atrapado por un engranaje que lo supera. Se trata, sin duda, del
orden de las cosas.
Pero cuando el huracán se abate sobre uno mismo, cuando es
uno el que soporta esta serie de manipulaciones y de intimidaciones,
y aquel contra el que se alzan fuerzas tan poderosas, las palabras
ya no tienen el mismo sentido.
Porque el blanco era yo.
Por supuesto, no estaba sola en el ojo del huracán. Éramos un
puñado de magistrados, de policías y de auxiliares del departamento
de justicia que luchábamos contra esos vientos adversos. Por lógica
se podría haber pensado que nuestros esfuerzos se verían
alentados y respaldados por los sucesivos gobiernos. Sin embargo,
nuestras investigaciones fueron vigiladas y a veces obstaculizadas.
La institución no nos protegió todo lo que hubiera debido de las
violentas presiones y manipulaciones que se desplegaron. Llegó a
alentarlas en el núcleo mismo de nuestros equipos, escogiendo
incluso deliberadamente torpedear nuestro trabajo.
Cuando se cuenta apenas con el propio esfuerzo, la propia
perseverancia e inconciencia para encarar la tarea, un día u otro la
cuerda acaba rompiéndose.
En los últimos meses del caso Elf,* mi resistencia pendía de un
hilo. Y aunque no me ha fallado, aunque he salido sana y salva de
una instrucción sometida a alta tensión que finalmente he podido
llevar a término, no salgo indemne. Lo que he visto y comprendido
me impone responsabilidades de cara a mis contemporáneos.
En esta modesta casa, en la que basta un poco de leña, una caja
de té y unas papas para pasar el día, el combate parece desigual.
Evalúo lo irrisorio que puede resultar el escribir en esta vieja hütte un
testimonio sobre la conducta de los dueños de las altas finanzas,
esas siluetas fugaces que disponen de jets privados y que
frecuentan los hoteles de gran lujo de las capitales europeas, para
quienes una comisión de un millón de dólares no es más que una
simple propina; esos hombres que se mueven en el universo
sofisticado de las sociedades offshore y desaparecen en el silencio
mullido de los consejos de administración.
Podría instalarme aquí y fundirme con la montaña. El curso de las
cosas no cambiaría ni un ápice. Pero en Noruega existe una
tradición. Durante siglos, cada vez que nacía un niño, se escogían
doscientos o trescientos pinos del bosque. Se les cortaba la cima
para que los troncos crecieran más rectos y más gruesos. Estos
árboles se reservaban para la futura casa del niño. Los leñadores
preparaban su porvenir.
Este libro se inspira en un impulso semejante.
Somos contemporáneos; caminamos juntos. Ninguno de nosotros
puede conformarse con vivir aislado, en su burbuja, guiado por su
propio interés, cerrado a cualquier horizonte que no sea el suyo
propio. La vida son los demás. El azote que hallé en mi camino, y del
cual tan sólo llegué a divisar la punta que emergía, todavía no tiene
nombre. Por costumbre, utilizamos las palabras corrupción o delito
financiero. Yo hablaré más bien de impunidad: una forma de vivir por
encima de la ley, porque se es más fuerte que la ley.
Es el mundo al revés.
* Como se verá, el mayor escándalo de corrupción que sacudió a Francia se
remonta a fines de la década de 1980, cuando la empresa petrolera Elf-Aquitaine
era todavía del Estado francés. [N. del E.]
¿Qué economía puede funcionar mucho tiempo sin apoyarse en
la confianza? ¿Qué democracia puede sobrevivir si las elites han
adquirido, de facto, el poder de violar la ley y la garantía de quedar
impunes?
A semejanza de las mareas negras que, invierno tras invierno,
vierten su carga en las costas atlánticas de Europa –sin que la
preocupación por esos barcos sin propietarios, cuyos responsables
se esconden detrás de sociedades pantalla en las Bahamas, en
Zoug o en Malta, vaya más allá de hacer grandes declaraciones–, el
fatalismo y la impotencia se despliegan una y otra vez. Cada
escándalo sustituye al anterior. La repetición genera hastío. Puesto
que nada cambia, hablemos de otra cosa. El cinismo va ganando
terreno.
No me resigno a ello.
Podemos todavía impedir que nuestros hijos conozcan, cuando
sean adultos, un mundo donde la impunidad reine entre las elites,
donde únicamente tengan obligaciones los ciudadanos comunes.
Nuestros hijos no se merecen esto. No obstante, si dejamos que el
orden mundial se descomponga, aunque se críen en Nueva York o
en Buenos Aires, en los suburbios de Kyoto o en ambas riberas del
Rin, vivirán, sin ser plenamente conscientes de ello, bajo la férula de
amos desconocidos, injustos e invisibles a la vez.
Ésta es una historia universal, pero también es mi historia. Al
convertirme en magistrada, acepté hacer justicia en nombre del
pueblo. Le devuelvo esta crónica. Mi historia, por muy modesta que
sea, le concierne. No me pertenece. En realidad, la acción que
emprendo hoy sería incomprensible si yo no hubiera franqueado
esos arrecifes.

No hay comentarios:

About Me

Mi foto
En este nuevo blog intentaré dejar plasmado mis trabajos en pintura. Gracias por ser parte de él.

Iguazú-Corrientes-Argentina

Iguazú-Corrientes-Argentina
Cataratas del Iguazú

Misiones- Iguazú

Misiones- Iguazú
Cataratas del Iguazú

Atardecer en los Esteros del Iberá

Atardecer en los Esteros del Iberá
Corrientes-Argentina

Casa de Carlos Gardel

Casa de Carlos Gardel
Guitarra del más grande cantante de Tangos. Don Carlos Gardel