JOSÉ MARTÍ
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El argentino por la boca muere
Se escuchan comentarios alarmados sobre "lo mal que se habla hoy". Sería cínico responder que "se habla muy bien", en primer lugar porque no se daría una respuesta exacta. Se piense lo que se piense, cualquier opinión sobre cómo se habla hoy está basada en el recuerdo de cómo se habría hablado hace veinte otreinta años; o sobre la idea de una decadencia cultural que también habría tenido lugar en las últimas décadas.Los lingüistas, si han realizado estudios largos y muy complicados, quizás estén en condiciones de comparar la lengua oral de 1980 con la del presente. Pero, en general, la idea de unadecadencia se apoya más en creencias previas a cualquier investigación empírica sobre cómohablan las personas. El descontento con el presente es un sentimiento más que el resultado de una investigación. Como sentimiento, si no conduce a un
pesimismo melancólico, no es descartable porque puede servir para mejorar aquello que se considera afectado. Muchos sostienen que el vocabulario que usamos se ha restringido y probablemente sea así, pero tampoco están todas las pruebas porque habría que saber primero a quiénes nos referimos cuando afirmamos que el vocabulario es más reducido y más elemental. Quizás estemos escuchando hablar a gente que antes no escuchábamos, porque los pobres, los muy pobres, los que no han ido sino unos pocos años a la escuela están presentes en el centro de las grandes ciudades como nunca lo estuvieron antes. Quizás aquellos que hace veinte años escuchábamos menos (los adolescentes, por ejemplo, que hoy son el sector más audible y cortejado de la sociedad) ahora hablan con voces que no se puede pasar por alto y, por lo tanto, pesan más sobre nuestra experiencia de la lengua. También puede suceder que personas cuyo vocabulario y sintaxis son penosos quieran distinguirse de lo que juzgan deficiente mediante la acusación de que son "los otros" los que someten a la lengua a un uso empobrecido. Finalmente, es posible que hoy "se hable peor". En lo que a mí respecta, mis preocupaciones comienzan no con el vocabulario sino con la sintaxis. La historia de todas las lenguas occidentales que han permanecido vivas incluye capítulos extensos de cambios en el léxico e importación de palabras provenientes de campos en los cuales esas lenguas no las poseen: desde los deportes hasta la cibernética. "Resetear" una computadora equivale a decir que se vuelve a cero para que ella comience nuevamente sus operaciones. Carezco de una palabra mejor y "resetear" me suena perfectamente integrada al sistema del vocabulario castellano. Para poner otro ejemplo: una de las muy buenas revistas culturales italianas lleva como título Reset y eso no le impide ser perfectamente compleja intelectualmente y perfectamente italiana en términos lingüísticos. Las importaciones y contaminaciones de vocabulario forman parte de la vida de las lenguas que demuestran su fuerza en la medida en que son capaces de incorporar lo que viene de afuera. Sólo un complejo de inferioridad lingüístico propondría una aduana lexicológica. Es sabido que, cuanto más culto es el hablante, más atravesada está su lengua por otras lenguas. La sintaxis, en cambio, plantea otras cuestiones, ya que es la estructura a través de la cual pensamos dentro de la lengua. La sintaxis es el aparato de alternativas que usamos para significar tiempo, lugar, modalidad, causa, consecuencia, objeción, condición. Si la sintaxis se empobrece y se vuelve elemental no tendrá la capacidad de presentarlas formas más elaboradas de estas alternativas. Seguramente se podrá definir tiempo y lugar, pero será más difícil pensar condiciones irreales y condiciones reales (que requieren de diferentes modos del verbo)o plantear una objeción (que exige manejar lo adversativo: "pese a que...", "si bien...").Manejar una sintaxis compleja habilita para articular un pensamiento con pliegues, dudas, desvíos y retornos, observaciones laterales, reconocimiento de otros aspectos de lo dicho, condiciones posibles o imposibles de que las cosas sucedan, etc., etc. Una sintaxis compleja es la base expresiva de lo complejo. La tosquedad repetitiva de frases invariablemente simples indica un límite en el uso de la lengua, salvo cuando esas frases simples son la opción estética de un escritor que está en condiciones de escribir frases complejas pero que ha optado por las simples como programa literario. Si tuviera que definir qué me impacta en la lengua que escucho es que las frases son simples y terminan con exclamación es que son una especie de falso cierre. En realidad, no son simples sino incompletas. Hace unos años, los adolescentes usaban "bolu" como reemplazo de lo que quedaba afuera, inexpresado. Hoy, con igual o mayor insistencia, "bolu" ha sido restituido a su forma original "boludo",que opera como una especie de tapón sintáctico: la frase que no puede expandirse se corta, y "boludo" impide el flujo de un sentido que no llega a encontrar su forma lingüística. Como reiterados ataques de tos, las frases terminan sin terminar. La televisión más vista se lleva, en este aspecto, todos los premios.
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