100 días de conflicto con el Campo

“No acepten lo habitual como cosa natural, pues en tiempo de desorden sangriento, de confusión organizada y arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar”.
Bertolt Brech

El conflicto con el agro, da un giro al cumplir 100 días

El conflicto con el agro en la Argentina cumple este jueves cien días inmerso en un giro inesperado con la decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de trasladar el debate sobre el controvertido aumento a las retenciones a las exportaciones agrícolas al Congreso para su legitimación.La mandataria tomó esta decisión después de los masivos "cacerolazos" de protesta el lunes en todo el país, en un intento por destrabar la crisis que mantiene al país en vilo desde hace más de tres meses y le hizo perder ya cerca de un punto del PIB, unos 3.400 millones de dólares, según estimaciones privadas.

El despacho del proyecto al Congreso fue considerado en tanto tardío, porque el polémico sistema de retenciones móviles a la exportación, que fluctúa según la cotización internacional, fue aplicado el 11 de marzo, hace cien días, y muchos problemas se habrían evitado si se hubiesen seguido los carriles parlamentarios desde un principio.El malestar del sector agropecuario con el gobierno se arrastraba ya desde la gestión anterior, a cargo de Néstor Kirchner, quien fue aumentando paulatinamente los derechos a la exportación de soja, girasol, trigo y maíz, una atractiva fuente de divisas para sostener un gasto público creciente. Se había cerrado ya la exportación de carne vacuna y limitado las ventas de trigo al exterior.Poco antes de dejar el poder, en diciembre pasado, Kirchner llevó las retenciones a la soja, el principal cultivo del país y del cual se exporta casi su totalidad, a un 35 por ciento. El alza aplicada por su esposa en marzo las elevó a entonces un 41 por ciento, hoy a un 46 por ciento, por la subida del valor internacional, lo que representa una recaudación extra de unos 2.000 millones de dólares anuales.Las cuatro entidades que representan al sector rural, otrora ampliamente dividas y distantes, se unieron para rechazar la medida y ante el fracaso del diálogo iniciaron una huelga de 21 días, la más larga de la historia argentina.Los problemas del sector rural van más allá de los aranceles que paga la soja. Esta oleaginosa, que no solía ser cultivada en el país, se expandió gracias a la subida de sus precios y sus rendimientos, desplazando otras actividades menos rentables como la lechería, la ganadería y economías regionales como algodón, tabaco, arroz y otros.El agro, uno de los motores de la economía argentina, había estado ahogado durante largos años en deudas y la soja fue uno de los salvavidas que le permitieron recuperar rentabilidad.El gobierno, signado por la influencia y el estilo de Néstor Kirchner, no dio marcha atrás aunque le costó la salida del joven ministro de Economía Martín Lousteau y la creación de un amplio movimiento ciudadano.El conflicto que la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner había intentado circunscribir a los "estancieros", los "pools de siembra" y los "piquetes de la abundancia", buscando una confrontación entre ricos y pobres, se convirtió en un reclamo generalizado tanto en las provincias productoras como en la capital.Los cien días de crisis estuvieron signados por cuatro huelgas, intercaladas con infructuosas rondas de negociaciones, que produjeron desgaste, caída en las expectativas de crecimiento, una mayor alza de la inflación por el desabastecimiento de productos y una escalada del conflicto por los cortes de carretera de los transportistas de cereales, sin trabajo desde marzo.El gobierno, no acostumbrado a buscar consenso, mantuvo firme la medida y aunque realizó correcciones para beneficiar a pequeños productores con subsidios y reintegros -que la historia reciente argentina demuestra que se convierten en trabas burocráticas- y anunció que todo lo recaudado del alza de los derechos se destinaría a hospitales y viviendas, no logró destrabar la situación.Fueron las cacerolas que sonaron en numerosas ciudades las que generaron inquietud en los Kirchner, que finalmente impulsaron el envío del tema al Congreso.El proyecto de ley enviado a debate parlamentario permite sin embargo sólo su aprobación o su rechazo, y no la introducción de modificaciones.El oficialismo cuenta con mayoría propia tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, pero los legisladores quedaron ahora bajo la presión de los ruralistas y los votantes, que reclaman que se respete la voluntad de una importante parte de la población y no el designio del gobierno. Y ya comenzaron a escucharse voces disidentes dentro de las bancadas kirchneristas.En lo que parece una paradoja, aunque en realidad sería un error político, Argentina estuvo cien días casi paralizada en un contexto internacional signado por la crisis que genera el alza de los precios de los alimentos, que para este país tradicionalmente exportador de commodities representa una oportunidad única de crecimiento.