¿Qué es educar y quién educa?
Por Alberto C. Taquini (h.) Para LA NACION
Este diario publicó, el 19 de febrero, la nota "Más que buena escuela", de monseñor Jorge Casaretto. El editorial del 18 de ese mismo mes se denominó "La educación, suprema prioridad". Estos textos marcan la importancia que la sociedad otorga hoy a la educación. El primero de ellos induce a una apertura sobre la concepción del fenómeno educativo hacia otros aspectos que la determinan, más allá de la escuela; el segundo se centra en la eficacia de la educación formal.
Ambos caminos son importantes y están vinculados. No hay duda del efecto motor de la educación en la movilidad personal y social. Esta es tomada por el aparato productivo y la economía como sinónimo de progreso. Por eso, la pregunta que la sociedad tiene que responder es qué agentes deben mejorar e interactuar en el país con el fin de lograr una educación pertinente. La educación es, por definición, la instrucción más los valores.
En una sociedad que se globaliza, estos últimos son, a veces, heterogéneos, cuando no antitéticos. Parecería que hasta hoy, y desde hace casi dos siglos, la instrucción es patrimonio prioritario de los sistemas educativos formales, aunque por su inercia y por las demandas sociales crece la educación dual a partir de la escuela media, lo que hace compartir la capacitación entre el aula y el trabajo formal. También la sociedad civil se expande con nuevas formas de educación no formal.
Antes de la revolución científico-técnica y su imponente expresión en los medios de comunicación e Internet, los valores estaban más segmentados y agrupados en pueblos, familias e iglesias. La información masiva más las migraciones internacionales de crecientes contingentes humanos, de los países pobres a los centros desarrollados, nos presentan un nuevo teatro que condiciona los valores de los distintos estados. Como ejemplo, me parece suficiente la reciente declaración del arzobispo de la Iglesia Anglicana, monseñor Rowan Williams, sobre la aplicación de la sharia (ley islámica) en Inglaterra, país en el que hoy viven 1,8 millones de musulmanes.
Hoy, la trama social está perforada por distintos agentes: la radio, la televisión, los diarios y las revistas de todo género, los contenidos de Internet, los múltiples metamensajes de la transmisión de los deportes populares, como el fútbol, que llegan instantáneamente a casi toda la población mundial; el rock, la música popular y el folklore, que se están convirtiendo en el mensaje transversal de la juventud mundial, las múltiples manifestaciones callejeras de todo tipo en las que se expresa la ciudadanía. Todos estos factores inducen y promueven diferentes valores. La acción constructiva histórica de las personas, familias y sociedades también se ve enfrentada en la actualidad por la actividad creciente de organizaciones de la mafia, del narcotráfico, la prostitución y el tráfico de armas.
Estas penetran, condicionan y determinan sistemáticamente a los agentes de los Estados, y los seducen y someten a la corrupción y los negociados. Esto plantea el dilema de la educación de la humanidad. Sí, hay que impulsar la instrucción exigente de contenidos adecuados y actuales de las ciencias, las letras y la cultura, apoyándose en un método de observación, análisis y conclusión del pensamiento. Esto debe ser seguido de una evaluación justa del aprendizaje. Todo ello es la garantía de la capacitación personal, sin la cual la escolaridad no tiene sentido, ya que la promoción la da el conocimiento con valores. Encarar la batalla de la educación de toda persona para toda su vida es un desafío demasiado grande para ser dejado sólo en manos de nosotros, los educadores: corresponde a la sociedad toda. La escuela forma a sus alumnos, de modo creciente, para la empleabilidad y el aparato productivo, y los Estados demandan esto.
Pero no alcanza: hay que imprimir valores, carácter, o sea, dar "datos de ciertas condiciones esenciales y permanentes a alguien, como camino para dotar al país de buenos ciudadanos", según el diccionario de la lengua. La Academia Nacional de Educación, impulsada por el académico Pedro Simoncini, está abocada al mejoramiento de la calidad y pluralismo de la televisión abierta. Sustantivo desafío para el tema de la educación, ya que nuestros niños están sumergidos voluntariamente en ella 6 horas diarias, los 365 días del año, es decir, más de 2100 horas, mientras que en la escuela pasan 750 horas, si concurren los 180 días del calendario.
Estos datos no incluyen el tiempo en el ciberespacio. Sarmiento lideró un proceso educativo sobresaliente porque estaba inserto en un país de crecimiento armónico en todas sus áreas, y relacionado con el mundo. No pretendamos sólo con el sistema escolar formal hacer la transformación educativa que el país entero requiere para sus ciudadanos. El autor es miembro de la Academia Nacional de Educación.
Desde Monte Grande, Gran Buenos Aires, su Página Web de Interés General. Esperamos poder brindarles toda la información necesaria.
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