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Definir la Antropología como la disciplina (quizá incluso ciencia) que se ocupa del Otro podría ser una de aquellas pocas afirmaciones de consenso hallables en el interior del gremio. En esa carrera en pos del Otro, le hemos imaginado, construido, destruido e incluso deconstruido de mil modos distintos, en una relación un tanto esquizofrénica.
Al Otro Distante lo exotizaron los exploradores y lo blanquearon los misioneros. Lo inventó el funcionalismo, lo esencializó el culturalismo y lo lloró Lévi-Strauss. Los post-modernos celebraron ese llanto y los anti-post-modernos denostaron la celebración del llanto, enredándose en una madeja de cada vez mayor ensimismamiento. La globalización, el FMI y demás instituciones y multinacionales acólitas han tamizado al Otro para su conversión a la sociedad del consumo. Las ONGs y similares le han convertido en el Prójimo (reeditando la vieja tradición catequizante de la antropología) y, de paso, lo han barnizado de un nuevo exotismo kitsch, al imprimir su rostro en millones de camisetas, llaveros y otras chucherías. La Antropología jamás ha sabido muy bien qué hacer con el Otro, aparte de ocuparse de Él. La Escuela de Chicago tuvo el mérito de descubrir al Otro deambulando por sus calles y agolpándose tras los escaparates del centro comercial de la esquina. Abrió la veda del Otro Próximo; Goffman y los etnometodólogos llevaron la cacería a sus límites lógicos, al enfocar al Otro que reside en cada uno de Nosotros
Hay quien piensa que la Escuela de Chicago tan sólo se aprestó a observar la realidad social que le circundaba. Y que lo hizo porque lo que tenía ante sus ojos era, hasta cierto punto, sorprendente y novedoso: el cóctel de 'culturas' que la Revolución Industrial había llevado la 'ciudad ventosa'. Así, fueron las palpitantes transformaciones sociales (más que ningún tipo de 'avance' epistemológico) que tenían lugar a las puertas mismas de la Universidad de Chicago las que provocaron el cambio de paradigma socio-antropológico que supuso el descubrimiento del Otro Próximo. La antropología no debería avergonzarse de ser una disciplina parásita de la realidad y las transformaciones sociales.
En los últimos años estamos asistiendo a una nueva revolución tecnológica masiva. Internet y las comunicaciones mediadas por ordenador (CMO) han alterado, en menos de un decenio, las costumbres comunicativas, expresivas, lúdicas, laborales, económicas, políticas y culturales de un gran segmento de la población (occidental). Entrar en valoraciones sobre el alcance de esta revolución tecnológica o sobre la pertinencia misma de considerarlo una 'revolución' es tan complicado como polémico, además de estar cojo de la necesaria perspectiva histórica que toda valoración de este tipo requiere. Las diatribas al respecto son abundantes y encarnizadas. Apologetas y denostadores del impacto social que suponen/supondrán las CMO se atacan y desprestigian sin cesar, arrojándose mutuamente promesas milenaristas y temores milenarios.
Desde Monte Grande, Gran Buenos Aires, su Página Web de Interés General. Esperamos poder brindarles toda la información necesaria.
Nieve en Monte Grande
Nuestras Islas Malvinas
16.4.08
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- Ana
- En este nuevo blog intentaré dejar plasmado mis trabajos en pintura. Gracias por ser parte de él.
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