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20.3.08

Delicias del Fútbol

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LOS BOTINES BENDITOS DEL PADRE BAZURKO


“¡Hay un cura que juega como los dioses…!”


El alegre rumor se propagó como un incendio, primero en San Camilo, luego en Quevedo y por último trascendió la frontera provincial. “¡Por todos los santos, es un demonio metiendo goles…!”, se admiraban los lugareños viendo jugar al padre Bazurko. Y no exageraban. Vasco de San Sebastián, Juan Manuel Bazurko era un cura católico convencido de su fe.
Con ella salió de España a tomar el nuevo destino que la Iglesia le fijó: San Camilo, pequeño poblado rural en el cantón de Quevedo, Ecuador. Allá fue. Los vecinos esperaban -o imaginaban- que llegaría un párroco calvo, rechoncho y de lentes; se les apareció Bazurko, que era rubio, atlético y muy joven.
Las chicas de San Camilo nunca se sintieron más atraídas por el catolicismo: el padrecito andaba recién por los 25 años. Poco equipaje llevaba: el hábito, la Biblia y los botines. Porque la otra pasión de su vida era la pelota. Esa misma fe católica que se lo arrebató a la Real Sociedad lo llevó a Liga Deportiva Universitaria, de Portoviejo. A poco de llegar a San Camilo, el vasquito empezó a mezclarse en los picados de la zona. La fama no demoró: “Si en el púlpito es bueno, en el área es mejor”. Lo convencieron de subir a otro nivel; él tuvo que persuadir a las autoridades eclesiásticas. Y del tierrerío de las canchitas de la parroquia saltó a la primera de Liga de Portoviejo, que por 1970 hacía roncha en el campeonato ecuatoriano.

Sobraban nombres importantes: el brasileño Tiriza; el paraguayo Alfonso Obregón, que en poco tiempo hizo crecer la tasa de natalidad en Ecuador; Enrique Raymondi, internacional por Ecuador… Sin embargo, la estrella fue Bazurko. Fuerte de físico, macizo de mente, como buen vasco, Bazurko agigantó su aureola con goles. Está visto: ninguna ciencia proporciona más admiración que ser bueno con la pelota. Y para fines de año ya estaba interesado el Barcelona. Había que mudarse a Guayaquil y dejar la parroquia. Las dos actividades estaban colisionando, pero, ¿cómo decirle no a Barcelona? Boca, Barcelona, Peñarol, Colo Colo… No son clubes, son pueblos. Llegaba la Copa Libertadores y el Ídolo del Ecuador había formado un escuadrón: el gran Alberto Spencer, el “Pibe” Bolaños, el brasileño “Pepe” Páes… Con calzador, así pasó Barcelona la primera fase, venciendo a Emelec en un desempate.

Bazurko casi no fue tenido en cuenta por el entrenador brasileño Otto Vieira. Llegaban las semifinales y al gigante amarillo el azar le jugó sucio: debía enfrentar a Estudiantes, el tricampeón vigente que marchaba triunfal hacia la cuádruple corona. En el primer juego, en Guayaquil, venció Estudiantes 1 a 0 y el entusiasmo de los hinchas cayó al subsuelo. Tanto que, para el partido revancha, en La Plata, apenas viajaron dos radios a narrar las incidencias. Estudiantes venía invicto.
La vieja y coqueta canchita estudiantil era un fortín inexpugnable: nadie había podido vencerlo. Racing, River, Independiente, Peñarol, Nacional, Palmeiras… Todos rodaron en la pista platense. No iba a ser justo Barcelona la excepción… Pero esa noche del 29 de abril de 1971 todos los santos del cielo cinchaban por Barcelona. Y el milagro sucedió: a los 17 minutos del segundo tiempo, Spencer, el gran Alberto, picó por la banda izquierda y sirvió un pase preciso hacia el centro del área; por allí venía arremetiendo el padre, sin la Biblia, pero con una fe bárbara, y ante la salida del arquero Gabriel Flores metió un derechazo celestial que inflamó la red.
Y de la red pasó directo a la historia. Ecuador Martínez y Arístides Castro, relator y comentarista de Radio Atalaya, gritaban como poseídos en la cabinita del estadio: “…Benditos sean los botines del padre Bazurko”, profirió Castro, y acuñó la frase en la memoria colectiva ecuatoriana. Los 28 minutos restantes fueron dramáticos, con Estudiantes machacando sin éxito sobre el arco barcelonista. Final y triunfo, hazaña histórica. Ecuador era entonces un gurrumín futbolístico.
La gente ganó las calles en todo el país. Al día siguiente, la portada de El Universo titulaba: “Delirio colectivo en el Ecuador”. Y adentro señalaba: “Pasarán muchos años… El hombre llegará no sólo a la luna sino también a otros planetas, pero los aficionados ecuatorianos se acordarán siempre de la noche en que Barcelona le ganó a Estudiantes”.
Tan sólo 8 partidos disputó Bazurko en Barcelona y anotó dos goles. Uno es inmortal. Rápidamente volvió a San Camilo y, por cercanía, jugó unos últimos partidos en Liga de Portoviejo. Tiempo después regresó a España, abandonó el sacerdocio, se casó, tuvo hijos. Este miércoles 12 de marzo, 37 años después de la leyenda de Bazurko, Liga de Quito consiguió la segunda victoria ecuatoriana en Buenos Aires (dos en 49 ediciones de Copa). Venció a Arsenal 1 a 0 y disparó el recuerdo del cura que obró el milagro de hacer feliz a una nación entera.

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