El gusto por compartir y ser solidario
La Comunidad de San Egidio sirvió almuerzos y dio regalos a muchos necesitados
En cuatro iglesias de Buenos Aires, personas que viven en la calle, familias necesitadas, ancianos y niños de varios hogares compartieron un almuerzo de Navidad que les ofreció la Comunidad de San Egidio. En la parroquia del Carmen, Rodríguez Peña 840, unos 80 voluntarios sirvieron pastel de papas, empanadas, ensalada de frutas y pan dulce a 300 personas. Y como en los otros lugares, cada asistente recibió un regalo con su nombre. Había chicos del hogar de niños del Carmen, que funciona al lado de la iglesia, y gente mayor del Hogar de San José, que dirige el sacerdote jesuita Diego Farés en Moreno 2472. "Esto no es la solución; tiene que cambiar la política social", dijo un hombre que vive en la calle y evitó dar su nombre. "No pido que regalen las viviendas, sino que haya trabajo." Y otro, que de pertenecer a la planta permanente del Instituto Malbrán pasó a ser contratado, se quejó: "Hay oficios que se perdieron: ebanista, carpintero... Acá hay que hacer talleres. Y un censo de chicos de la calle, porque no hay 1200; deben ser como 4500". "Es la primera vez que vengo y me pareció bárbaro. Hay todo tipo de gente, una sociedad muy unida", aportó, con visión positiva, Doris Mansilla, que dijo tener 33 años, seis hijos y sin esposo. Uno de sus chicos, cuando sale del colegio, acude al hogar del Carmen, donde almuerza y estudia durante el día. Y las madres tienen allí cursos para capacitarse. Algunas hacen carteras y billeteras de cuero. "Se busca que cada mamá tenga una salida laboral", explicó Doris, y dijo que ella quiere terminar el secundario, que cursó hasta 2° año. Está contenta, por "el apoyo que nos dan para poder salir adelante y no terminar en una plaza". A su lado, asentía Patricia Alegre, 41 años, ocho hijos, que tiene dos nenas en el hogar; allí hace bijouterie y está por hacer un curso de inglés. ¿Qué tal esta reunión? "Sin palabras. Todo bien", afirmó. Ana Brites lleva al hogar a su hijo Manuel, de siete años, y Celina Cruz, a Julián, de nueve. Las dos se capacitan en cursos. En el Carmen, la comida alcanzó "justo, justo". Y cuando llegó de Escobar, tarde, al cabo de un viaje largo, Carmen Liendro, de 68 años, con su nieta Josefina, de 9, Marco Gallo, de San Egidio, prefirió llevarla en auto a la basílica de La Merced, donde 130 personas eran atendidas por 40 voluntarios. Carmen, salteña, admitió que este año la pasó mal; tenía una pensión graciable, que le sacaron. "Como una no sabe leer ni escribir, no conoce las leyes de este mundo", dijo. Vive con su hija, su yerno y siete nietos. En la Merced, le dieron además unas viandas para llevar. Agradeció. En La Merced, varios chicos de la escuela de la Paz, que San Egidio tiene en el barrio de Barracas, representaron el nacimiento de Jesús. Unos hacían de angelitos; otros, de los Reyes. Mientras Mabel Scorzo, responsable de la escuela, explicaba que Jesús y María no hallaban un lugar y tuvieron que ir a un pesebre con los animales, una chica que hacía de la Virgen acunaba al Niño, Mateo Montiel, de tres meses, que tiene un hermano, Fabián, en la escuela de la Paz. Acabada la representación, Mateo tuvo hambre y su mamá, Vanesa, le dio de mamar. ¿Qué hacen los chicos en la escuela de la Paz? "Jugamos, nos divertimos, hacemos las tareas, así pasamos de grado", dijo María Luisa Herrera, de ocho años, que estudia en la escuela 24, y aclaró: "Ya tengo mi boletín, todo bien". Carolina Sosa Romero de Cuenca, paraguaya, prestó su casa cuando los de San Egidio fueron al barrio y empezaron la escuela con tres chicos. "Yo les decía: no tengo lugar, pero con unas sillitas nos arreglamos." Ella les aclaró a los vecinos: "Son católicos, igual que nosotros". Y está feliz de haberlos conocido. "Son mi familia, de corazón, porque soy extranjera. Cada vez que vengo soy más feliz." A esa escuela fueron sus dos hijos e irá su nieta. "Cada uno va como es, con lo que tiene, y encuentra comprensión, ayuda." En todo el mundo, esas escuelas buscan formar a los chicos para construir la paz, ante la violencia o la marginalidad, dijo Andrea Poretti, de San Egidio, y estimó que no es casual que el encuentro navideño se haga en el lugar donde se reza: "Es una gran oración". Al final, todos se desearon "feliz Navidad". A Ana, de La Plata, no le falta techo ni comida, pero está sola. Para ella, fue "una Navidad inolvidable".
En cuatro iglesias de Buenos Aires, personas que viven en la calle, familias necesitadas, ancianos y niños de varios hogares compartieron un almuerzo de Navidad que les ofreció la Comunidad de San Egidio. En la parroquia del Carmen, Rodríguez Peña 840, unos 80 voluntarios sirvieron pastel de papas, empanadas, ensalada de frutas y pan dulce a 300 personas. Y como en los otros lugares, cada asistente recibió un regalo con su nombre. Había chicos del hogar de niños del Carmen, que funciona al lado de la iglesia, y gente mayor del Hogar de San José, que dirige el sacerdote jesuita Diego Farés en Moreno 2472. "Esto no es la solución; tiene que cambiar la política social", dijo un hombre que vive en la calle y evitó dar su nombre. "No pido que regalen las viviendas, sino que haya trabajo." Y otro, que de pertenecer a la planta permanente del Instituto Malbrán pasó a ser contratado, se quejó: "Hay oficios que se perdieron: ebanista, carpintero... Acá hay que hacer talleres. Y un censo de chicos de la calle, porque no hay 1200; deben ser como 4500". "Es la primera vez que vengo y me pareció bárbaro. Hay todo tipo de gente, una sociedad muy unida", aportó, con visión positiva, Doris Mansilla, que dijo tener 33 años, seis hijos y sin esposo. Uno de sus chicos, cuando sale del colegio, acude al hogar del Carmen, donde almuerza y estudia durante el día. Y las madres tienen allí cursos para capacitarse. Algunas hacen carteras y billeteras de cuero. "Se busca que cada mamá tenga una salida laboral", explicó Doris, y dijo que ella quiere terminar el secundario, que cursó hasta 2° año. Está contenta, por "el apoyo que nos dan para poder salir adelante y no terminar en una plaza". A su lado, asentía Patricia Alegre, 41 años, ocho hijos, que tiene dos nenas en el hogar; allí hace bijouterie y está por hacer un curso de inglés. ¿Qué tal esta reunión? "Sin palabras. Todo bien", afirmó. Ana Brites lleva al hogar a su hijo Manuel, de siete años, y Celina Cruz, a Julián, de nueve. Las dos se capacitan en cursos. En el Carmen, la comida alcanzó "justo, justo". Y cuando llegó de Escobar, tarde, al cabo de un viaje largo, Carmen Liendro, de 68 años, con su nieta Josefina, de 9, Marco Gallo, de San Egidio, prefirió llevarla en auto a la basílica de La Merced, donde 130 personas eran atendidas por 40 voluntarios. Carmen, salteña, admitió que este año la pasó mal; tenía una pensión graciable, que le sacaron. "Como una no sabe leer ni escribir, no conoce las leyes de este mundo", dijo. Vive con su hija, su yerno y siete nietos. En la Merced, le dieron además unas viandas para llevar. Agradeció. En La Merced, varios chicos de la escuela de la Paz, que San Egidio tiene en el barrio de Barracas, representaron el nacimiento de Jesús. Unos hacían de angelitos; otros, de los Reyes. Mientras Mabel Scorzo, responsable de la escuela, explicaba que Jesús y María no hallaban un lugar y tuvieron que ir a un pesebre con los animales, una chica que hacía de la Virgen acunaba al Niño, Mateo Montiel, de tres meses, que tiene un hermano, Fabián, en la escuela de la Paz. Acabada la representación, Mateo tuvo hambre y su mamá, Vanesa, le dio de mamar. ¿Qué hacen los chicos en la escuela de la Paz? "Jugamos, nos divertimos, hacemos las tareas, así pasamos de grado", dijo María Luisa Herrera, de ocho años, que estudia en la escuela 24, y aclaró: "Ya tengo mi boletín, todo bien". Carolina Sosa Romero de Cuenca, paraguaya, prestó su casa cuando los de San Egidio fueron al barrio y empezaron la escuela con tres chicos. "Yo les decía: no tengo lugar, pero con unas sillitas nos arreglamos." Ella les aclaró a los vecinos: "Son católicos, igual que nosotros". Y está feliz de haberlos conocido. "Son mi familia, de corazón, porque soy extranjera. Cada vez que vengo soy más feliz." A esa escuela fueron sus dos hijos e irá su nieta. "Cada uno va como es, con lo que tiene, y encuentra comprensión, ayuda." En todo el mundo, esas escuelas buscan formar a los chicos para construir la paz, ante la violencia o la marginalidad, dijo Andrea Poretti, de San Egidio, y estimó que no es casual que el encuentro navideño se haga en el lugar donde se reza: "Es una gran oración". Al final, todos se desearon "feliz Navidad". A Ana, de La Plata, no le falta techo ni comida, pero está sola. Para ella, fue "una Navidad inolvidable".
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