Fútbol

El mejor del mundo es…

En cualquier disciplina humana sentimos la necesidad de establecer quién es el mejor del mundo. En fútbol ese anhelo está exacerbado hasta la polémica. Todos se ufanan de tener razón y desearían que el número uno fuese un connacional. Aunque en tiempos contemporáneos es un orgullo casi exclusivo de brasileños.

A manera de prólogo, una súplica: no le confiemos la misión de elegir a los periodistas, ¡por favor…! Votaron como mejor jugador del Mundial ’98 a Ronaldo, cuando Zidane había tenido una actuación maravillosa. Con un detalle agregado: fue campeón y anotó dos golazos en la final, en la que el Ronnie fue una sombra.
Cuatro años después concedieron el premio del 2002 al correcto y hosco arquero alemán Oliver Khan mientras Ronaldo se consagraba campeón y goleador.
Por último otorgaron tal galardón en el 2006 a Zidane, que manchó su poética prestación con el oprobioso cabezazo a Materazzi, postergando, de paso, el notable Mundial jugado por Cannavaro.
Cabe una aclaración: no hay un “mejor del mundo” a la antigua, por épocas. Hoy lo son por año, hasta por semestre. Transitamos tiempos más volátiles. Ni siquiera hay un monarca indiscutido. Y el trono no les dura mucho: lo ceden al año siguiente.
Antaño era diferente; Di Stéfano instauró un reinado que podría situarse desde el ’54 al ‘60. Tomó la posta Pelé y la mantuvo década y media. Lo sustituyó nítidamente Johan Cruyff, aunque el holandés no hizo una carrera extensa y dejó el sillón en poder de Maradona, quien lo ocupó cerca de diez años. No había lugar para polémicas: eran reyes sin discusión.
Ronaldinho ha sido, en las últimas temporadas, el más agraciado en cuanto a premios. Y está bien: es un jugador espectacular, un “diez” alegre que encanta a las tribunas por el plus de la fantasía. No establece su propia monarquía porque peca en tres tópicos: 1) En sus dos Mundiales (2002 y 2006), cuando debió calzarse la corona de rey, se apagó su luz, le faltó grandeza. En Alemania incluso parecía escondido, ni pedía la pelota. 2) Carece de la regularidad de los superastros; a veces pasan meses sin “saberse” de Ronaldinho. 3) No es conductor, la función suprema del fútbol.
Si el premio al “mejor del mundo” se entregara mañana, el ganador indiscutible debería ser Kaká, un jugador fascinante. Tiene el andar de los autos de lujo, la clase de los muebles de estilo, la estirpe de los vinos finos.
Carlos Ancelotti, entrenador del Milan, hizo una comparación brillante. Elevó a Kaká a la categoría de Zidane. Y sentenció: “El talento de Kaká es más concreto, todo lo suyo termina en gol”.
A su elegancia, a su asombrosa serenidad, a la pegada certera, a su frialdad ante el gol, a ese universo de aptitudes Kaká lo preside con la virtud principal de toda actividad humana: la inteligencia. Es imperioso recordar que las piernas hacen lo que la mente determina; el cuerpo obedece las órdenes o los impulsos cerebrales.