Día Internacional de la Mujer

"LIBERTAD ES EL DERECHO QUE TIENE CADA HOMBRE DE CUMPLIR CON SU DEBER"
JOSÉ MARTÍ

Milenio.com


En sus orígenes, el 8 de marzo fue el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pues conmemoraba luchas de principios del siglo pasado, cuando las obreras demandaban igual salario por igual trabajo, jornada laboral de 8 horas y descanso dominical.

El 8 de marzo es el día dedicado a la reflexión sobre la situación de las mujeres en el mundo, a celebrar los avances registrados y a calibrar lo que aún falta para lograr la plena igualdad de derechos, más allá o por encima de las diferencias antropológicas entre hombres y mujeres. Para medir el avance de las mujeres, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, ha centrado su atención en tres grandes rubros: participación política, participación económica y control sobre los recursos económicos, los tres ejes que miden el desarrollo de cualquier país, comunidad, familia, persona. En educación, área fundamental para el desarrollo humano y la participación económica, los avances son, cuantitativamente, aplaudibles. Las mujeres incursionan en espacios vedados para ellas no hace muchos años, y no sólo superan la discriminación, sino que son mejores alumnas. En lo cualitativo, las sumas no les salen, la ciencia parece magia y la violencia contra ellas, sigue siendo una maldición que las acompaña durante sus años en las aulas. Desarrollar las capacidades para generar ingresos bajo estas condiciones, es producto de un gran esfuerzo y determinación. Y si añadimos que cuando hay empleo (antes de la crisis), muchos empleadores prefieren hombres, aún cuando ellas estén mejor preparadas; o que cuando son empleadas, normalmente se les paga menos y tampoco se libran del hostigamiento, el resultado es que muchas mujeres están todavía lejos de la verdadera emancipación y de la igualdad. Para no mencionar la famosa “doble jornada”. Es cierto que, en lo que se refiere a la participación política, las recientes reformas electorales han reforzado la igualdad de género al obligar a los partidos a reservar al menos el 40% de sus espacios en las candidaturas para las mujeres, y al introducir medidas que eviten trampas como cumplir las “cuotas de género” con suplentes. En cuanto al control de los recursos económicos, medidos por el monto de recursos percibidos por hombres y por mujeres, la disparidad sigue siendo muy grande. Las mujeres siguen trabajando más horas que los hombres y percibiendo menos. Los ingresos de las mujeres se invierten en el desarrollo familiar; los de los hombres, si bien una parte se invierte en el mismo tema, en general tienen mayor diversidad de gasto, incluida la recreación. Por otra parte, persiste el problema de la violencia contra las mujeres: el maltrato a la infancia, el tráfico de muchachas y muchachos, la pedofilia, y otros horrores siguen apareciendo en las notas de periódicos y medios electrónicos. La violencia intrafamiliar continúa fracturando familias, generando odios, auspiciando el aumento de las adicciones y la descomposición social. Por ello, la agenda de la lucha por la igualdad de género está lejos de agotarse. La paridad en los puestos de representación política sigue siendo una exigencia. Los temas de infancia, juventud, familia, son temas que llegaron a la arena política en la voz de las mujeres. Las políticas públicas que favorezcan el desarrollo de las mujeres, desde la educativa, las de salud, el apoyo a las mujeres trabajadoras mediante guarderías, el impulso preferente a las mujeres emprendedoras, la igualdad de derechos de las mujeres campesinas y ejidatarias, los desayunos escolares, etcétera, son recursos que no pueden ser mejor invertidos en el corto, mediano y largo plazos. Esos son los temas que más de la mitad de la población siente que deben discutirse. Estamos muy lejos, es cierto, de la situación de las mujeres trabajadoras que en 1908 dieron origen al Día Internacional de la Mujer. Es mucho lo que se ha avanzado, pero todavía es mucho lo pendiente. Las mujeres demandan nuevas políticas públicas, que se hagan nuevas leyes o se modifiquen las que ya son inadecuadas para proteger sus derechos. Se requiere sin duda, en todos los espacios, la palabra de las mujeres, no como una concesión, sino como un justo reconocimiento que nos permita, al mismo tiempo, avanzar hacia un mejor futuro para todos.