JOSÉ MARTÍ
PATRIOTA CUBANO, PENSADOR Y UNO DE LOS GRANDES Y MÁS PROFUNDOS ESCRITORES DE HISPANOAMÉRICA
Emotivo homenaje en la despedida del policía asesinado
En medio de muestras de profundo dolor, los restos del policía Aldo Garrido, asesinado ayer en un asalto en San Isidro, fueron velados y luego inhumados en el cementerio municipal de San Isidro.
Asistieron numerosos vecinos, familiares, compañeros de la fuerza y el gobernador bonaerense Daniel Scioli para darle "el último adiós".
A las 11, cuando el féretro de Garrido fue subido al coche fúnebre para ser trasladado al cementerio, los presentes realizaron un emotivo aplauso que se prolongó por varios minutos, tras lo cual se sumaron al cortejo fúnebre.
Las personas que participaron arrojaron flores sobre el féretro y reclamaron justicia para el policía, a quien calificaron como "un héroe".
"No lo puedo creer, me avisó mi hija y no lo podía creer", dijo, apesadumbrada, una sobrina del policía, al ingresar a la sala velatoria.
Por su parte, el mayor de los siete hermanos de Garrido, Ernesto, contó que toda la familia que tienen en Tucumán y en Buenos Aires se acercó para acompañarlos.
"Lo querían mucho acá, él lo sabía, siempre lo decía", recordó Ernesto.
"Queremos que se haga justicia. Tan bueno que ha sido él, siempre acompañaba a la gente. De los ocho hermanos, es el único que eligió ser policía y tenía mucha vocación desde chico", comentó.
Poco antes de que el cuerpo fuera retirado de la sala velatoria, llegó el gobernador Scioli, quien aseguró que iba a darle el "último adiós" a Garrido, a quien calificó como "un ángel". También asisitó el ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli, que se mostró muy conmocionado.
Víctima de la inseguridad. El teniente Aldo Roberto Garrido, de 61 años, muy querido por los vecinos de la zona, perdió la vida ayer asesinado de cuatro balazos cuando sorprendió a un hombre y una mujer que asaltaban un negocio de San Isidro, a una cuadra de los tribunales locales.
Todos en el centro de San Isidro conocían, apreciaban y respetaban a Garrido, un clásico "policía de la esquina", de los que ya casi no se ven. Tras el asesinato, los comerciantes bajaron de inmediato las persianas y colocaron crespones en todos los locales de la calle Chacabuco, entre 9 de Julio y Belgrano.
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