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LAS MALVINAS SON ARGENTINAS

11.9.08

Del desierto a la actividad agropecuaria

"Un necio consciente de su necedad, es por tal razón un hombre sabio. Pero el necio que piensa que es un sabio es verdaderamente, un necio"

Siddharta Gautama
El Buda

Del desierto a la actividad agropecuaria

Por Carlos von der Heyde
Para LA NACION


Al iniciar su epopeya americana, nuestro Libertador se preguntaba: "¿Podremos constituirnos en República, sin artes, sin ciencias, sin agricultura, sin poblaciones, con una extensión de territorio que con más propiedad puede llamarse desierto?". Para San Martín, el desierto era "el mal argentino". El desierto, la exigua población, la carencia de instrucción y cultura, que "harían imposible prestigiar una república", aún subsistían cuando Sarmiento asumió, en 1868: el desierto físico, el desierto demográfico, el desierto cultural y el desierto económico.

La Argentina no existía. Era un espacio inmenso, vacío, apenas habitado por 400.000 almas salpicadas en poblaciones dispersas. Un país paupérrimo, deshabitado, inexplotado, analfabeto, aislado del mundo. Casi sin instituciones civiles ni sociales. Sin escuelas ni agricultura. Sin comunicaciones ni industrias. La economía argentina era básica. Se reducía a la actividad pastoril rudimentaria. La vida rural era semicivilizada. Sólo se cultivaba algo de maíz y legumbres. El trigo llegaba de Chile, Estados Unidos y Australia; el azúcar, de Brasil; el aceite, de España . No había tradición agrícola ni industrial. Sólo exportaban lanas sucias, cueros, tasajo, cebo. Todo se importaba. La pobreza era el estado normal. El 75% de la población era completamente analfabeto. Las ciudades eran aldeas; las estancias, ranchos.

Sarmiento se abocó a transformar este desierto enorme en una nación civilizada y próspera, multiplicando organizaciones en todo el territorio nacional, implementando el régimen agrario y abriendo nuestro país al exterior, en medio de enormes dificultades económico-financieras y de la oposición parlamentaria.

Con visión de estadista, desarrolló la actividad agropecuaria, fuente principal, aunque no única, de nuestra riqueza posible. "La pampa -dijo- es una hoja inmensa de papel en la que se está por escribir un poema de progreso." Promovió la agricultura de acuerdo con bases científicas y métodos modernos. Introdujo plantas, semillas, implementos, maquinarias, libros y revistas agrícolas. Creó el Departamento de Agricultura. Aspiraba a ennoblecer y civilizar al agro. La agricultura, afirmaba, "no puede ser la profesión del que no puede ejercer ninguna otra. Al contrario, debe ser una profesión selecta (...) si hay algún arte difícil, elevado, lo es la agricultura". Creía necesario formar hombres capaces de dirigir explotaciones agrícolas. Creó cátedras de agronomía, escuelas de artes y oficios y un curso de veterinaria.

Al constituirse la Sociedad Rural Argentina, bajo el lema "cultivar el suelo es servir a la patria", Sarmiento aplaudió su instalación. Había sido uno de los más ardientes sostenedores de esa institución, que marchaba lento por la falta de personas que pudieran comprender sus alcances.

Durante su gestión, el cultivo del trigo se extendió y se multiplicaron los sembrados de cereales y forrajes. Con la seguridad de los alambrados, que él también promovió, se produjeron cosechas progresivamente más importantes. Por primera vez se alcanzó el autoabastecimiento de harina y se exportaron las primeras 360 toneladas de trigo. También se exportaron las primeras 120 toneladas de harina, 1650 de maíz, 690 de cebada, 290 de afrechillo, 1880 de pasto. Verdaderos hitos. Era el principio de nuestra riqueza económica. A partir de entonces, la Argentina sorprendería al orbe. Exportaría millones de toneladas de cereales y se transformaría en el granero del mundo.

Su prédica del régimen agrario fue tenaz. Sostenía que era necesario organizar bien las estancias, integrar al campo con actividades agrícola ganaderas, complementarlo con industrias. La producción rural era lo único que podía generar recursos a corto plazo y ayudar al crecimiento inmediato del país.

La fama de su gestión progresista cundió en Europa. La inmigración aumentó en forma impresionante. Vinieron unos 240.000 europeos, transformando vastas zonas desiertas en verdaderos almácigos. Poblar no era amontonar gente. El conocido aforismo de Alberdi, "gobernar es poblar", para Sarmiento significaba poblar, alimentar, educar, cuidar, mejorar, enriquecer, civilizar. "La pampa -decía- es terreno fértil, y cada semana llegan los inmigrantes que pueden ararla, sembrarla dentro del año, embarcar el trigo y el maíz en ferrocarriles baratos para emprender nuevas tareas, edificar sus casas y establecer sus familias."

Unir nuestro inmenso territorio desierto y estimular su desarrollo económico-social lo apasionaba. Las distancias eran enormes. Los caminos, malos y peligrosos. El transporte, carísimo. Propició la construcción de ferrocarriles y triplicó las vías férreas. Mandó abrir caminos, mejorarlos y extenderlos donde los ferrocarriles no llegaban. El alambrado, finalmente, se expandió, delimitando y cercando el perímetro de las estancias abiertas, revolucionando también la economía y las costumbres, y afianzando el nuevo derecho de propiedad del Código Civil que Sarmiento promulgó.

Apenas asumió la presidencia, Sarmiento impulsó la industria frigorífica. Ofreció un premio al mejor sistema de conservación de carnes frescas. A fines de 1876, por primera vez, se exportaron carnes argentinas a Europa.

Muy pocos entendían qué beneficio tendrían un buen régimen agrario y la expansión agrícola en un país vacío. Tampoco, la importancia que, para ello, tendrían tanto la seguridad física como la seguridad jurídica. Para Sarmiento, el Estado de Derecho era esencial para que el país progresara. Condición indispensable para transformar el desierto en una próspera nación de inmigrantes.

La voluntad perseverante de Sarmiento también era la fuerza impulsora del éxito inicial del nuevo régimen agrario. Luchó para que se desarrollara un centro agrícola en Chivilcoy; éste era un ejemplo elocuente de cómo se podía transformar la realidad rural. Su progreso ejemplificaba "cómo puede ser toda la pampa en 10 años". Expresó que Chivilcoy era el "programa del presidente". El progreso agrícola nacional sólo se podía concretar multiplicando centros de producción, facilitando la adquisición de tierras a los inmigrantes, estimulando sus tareas agrícolas, estableciendo colonias con agricultores europeos. Aunque no pudo crear cien Chivilcoy, como prometió, apoyó con éxito el establecimiento de varias colonias agrícolas.

Sarmiento gobernó a lo grande, conforme al ideal de un país poderoso, más que a la realidad de una república incipiente que acababa de nacer. Al dar cuenta de sus obras, destacó que "eran el fruto de la ideología liberal amparada por la Constitución Nacional, las teorías económicas y políticas han sido puestas a prueba por los mismos que las proclamaron y las sostuvieron ( ) mostrando con hechos que la teoría era verdadera y la intención, sana y sincera".

Gobernó pensando en el bien y en la grandeza de su patria. Al cabo de seis años de luchas sin tregua, extenuado, terminó su presidencia tan pobre como había subido.

Hombre absolutamente despreocupado por el dinero, "nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia", vivió en forma austera. De su inmensa capacidad e inteligencia salieron las bases de la Argentina moderna. Movido por una evidente fuerza interior, no dejó tema de interés nacional sin abordar. Sentó las bases de la prosperidad económica de la Nación, para que todos los argentinos pudieran participar del festín de la vida, que él sólo pudo gozar a hurtadillas.

Al celebrar nuestro centenario, aquel vastísimo espacio deshabitado estaba poblado por 7.000.000 de personas, su producto bruto interno era superior al de todos los países hispanoamericanos juntos (representaba el 50% del PBI de América del Sur y el 7% del comercio mundial). Los europeos venían para progresar, para hacerse "la América". La Argentina se transformaría en la décima economía mundial.

El autor es historiador; fue senador por le Partido Demócrata de Mendoza.

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